El respeto a la institucionalidad costarricense
Cuando una persona, grupo de personas o partido político se convierte en la oposición del partido en el poder, no significa un sabotaje constante a las propuestas del gobierno, sino un análisis crítico que permita mostrar los fallos en las ideas y acciones de quienes gobiernan y, eso sí, aportar soluciones alternas pues al final de cuentas, lo importante es el bien del país. Oponerse por el simple hecho de no ser del mismo partido político, es un acto de irresponsabilidad y que no solo afecta al partido político del gobierno sino al pueblo en general.
Las redes sociales es el medio donde se dan las mayores discusiones sobre aspectos políticos, donde lo escrito llega así a un número incalculable de lectores. No pocas veces, los mensajes reflejan la ausencia de pensamiento crítico, los insultos personales y el odio manifeiesto, de quienes escriben comentarios a favor o en contra del gobierno, pero en la vasta mayoría de las veces, con el hígado y no con el cerebro.
Ser un pensador crítico implica pensar con el cerebro, no con el hígado. Las decisiones deben llevarse a cabo tomando en cuenta no solo los desaciertos sino los aciertos del gobierno, pues de nada vale oponerse y criticar sin dar soluciones alternas. No existe una solución perfecta, pero sí caminos con menos inconvenientes, tal y como, decía García Damborenea.
Nuestro país está pasando por momentos difíciles por la irresponsabilidad de gobiernos previos, en especial del anterior, donde el ex Presidente y el ex Ministro de Hacienda dejaron un hueco en las finanzas públicas, que llevó a tener que implementar un proyecto de impuestos, que a ninguno nos ha gustado y ha separado al país en dos bandos. Esperemos que las autoridades puedan determinar si ha habido comisiones de delitos y se tomen las cartas en el asunto como tiene que ser, pues nadie está por encima de la ley.
Ser una oposición responsable implica no oponerse a las ideas racionales que presenta el gobierno. Existen muchos oportunistas, quienes saben que manipulando a las personas por medio de las emociones y no de la razón, aumentarán su nivel de votos y podrán llegar al poder. Como decía Jefferson, el precio de la libertad es su eterna vigilancia y quienes fueron elegidos por el pueblo aunque no gobiernen por ser oposición, tienen una obligación de vigilar la libertad constantemente.
Nada se gana invocando golpes de Estado o lanzando insultos personales contra quienes gobiernan. Es evidente que habrán equivocaciones que deben ser criticadas y puestas en conocimiento de las personas para que haya transparencia en la función gubernamental, pero una cosa es un argumento y otra el insulto. Insultar implica, estimados radioescuchas, que quien lo hace es porque no tiene argumentos y, por tanto, perdió la discusión.
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