El problema fiscal requiere un acuerdo nacional
He percibido falta de espíritu de urgencia de parte del Poder Ejecutivo, así como uso muy limitado del liderazgo del presidente Solís para lograr las transformaciones fiscales que el país necesita. He percibido deseos recíprocos de gobierno y de oposición de dañar al contrario usando los problemas fiscales y las posibles soluciones. Esa no debería ser la actitud, deberían entre todos resolver un apremiante problema nacional.
Vino la aprobación del primer presupuesto de esta administración y este creció en exceso del 19%. Vino el segundo y este creció en exceso del 5%, con la circunstancia de que la inflación ha sido tan baja en estos pasados años que los crecimientos reales se acercaban a los crecimientos en colones corrientes. Siempre gastar es más fácil. El buen gobernante es el que sacrifica sus intereses por servir a los del país.
Cuando al fin se enviaron proyectos para generar cambios en el impuesto de renta y para crear el IVA, los opositores políticos pidieron aprobar antes una ley de empleo público, que tiene todo el sentido y aprobar proyectos de control a las pensiones de lujo. Allí se trabaron las aprobaciones.
En los últimos diez años el gasto ha crecido un 85,42% pero los ingresos han aumentado en su recaudación tan solo en un 44,12%. Entre el periodo 2007 y el periodo 2017 las transferencias crecieron un 308%. Estas cifras hacen patente el crecimiento exagerado del gasto y el aumento del desequilibrio fiscal. Las brechas entre crecimientos de gasto e ingreso se han cerrado con aumento de la deuda.
Endeudar al país para cubrir desperdicio, gastos innecesarios, duplicaciones en proyectos y programas, salarios y pensiones de lujo con cargo al presupuesto lo veo como un crimen en contra de todos los costarricenses, especialmente contra quienes aún no han nacido. Es urgente variar la arquitectura del sector público, su arquitectura del gasto y modernizar los impuestos cobrados. Hace diez años se financiaba el 30% del presupuesto nacional. Diez años después la deuda ha llegado a financiar casi el 44,94% del presupuesto nacional y se siguen inventando gastos.
Los vicios en todo esto son tantos y tan graves que los diputados crean instituciones y gastos sin que se generen las fuentes para cubrirlos. A los legisladores no les ha preocupado de dónde se van a conseguir recursos para pagar los gastos de nuevas instituciones y programas porque pedir prestado ha sido fácil y barato mientras que poner impuestos ha significado levantar críticas, leer opiniones en medios y enfrentar la oposición de los partidos representados en la Asamblea Legislativa. Así las cosas, como ha sido más fácil pedir prestado, la deuda pública ya llegó al 45% del producto interno bruto en 2016.
No es posible colocar a toda una sociedad en función del gasto público aun a riesgo de su crecimiento. El estado está en función de los ciudadanos nunca los ciudadanos en función del gasto del estado. Debemos cambiar y debemos hacerlo con sentido de urgencia. Cuando no hay dinero no se gasta.
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