Las penurias en RITEVE “Los que entraís perded toda esperanza
Posiblemente a muchos costarricenses les cause risa este comentario, me refiero a los ticos de “pata en el suelo”, o sea a todos aquellos que una vez al año son rechazados en la primer cita a RITEVE y que tienen que regresar una vez o hasta dos veces más, hasta superar los escollos de los requisitos denominados “faltas graves”.
Me consta de casos, por confesiones “secretas” de amigos o familiares que cuando se van aproximado a la Estación de RITEVE empiezan a rezar el rosario, pidiendo a todos los santos del cielo que los saque con bien de las pruebas; no obstante, esas súplicas no llegan al cielo ni a ninguna parte porque al final el temido reporte sale lleno de faltas graves que no se esperaban.
Cuando nos vamos aproximando a la línea de entrada la respiración se acelera de modo perceptible y sentimos una sensación de miedo. Es curioso y muy interesante analizar las actitudes del respetable, capacitado y atemorizante personal de las estaciones de RITEVE. Es sensible a los sentidos observarlos y captar que todos poseen un alto grado de insensibilidad profesional que abruma y que nos causa un efecto que no es precisamente de admiración.
En el preciso momento de que nos hacen señas, con su mano enguantada negra de hollín nos acordamos que olvidamos cambiar la bombilla de reversa… bueno, ahora ya es demasiado tarde. “Lasciate ogni speranza, voi ch’entrat” – “Los que aquí entráis, perded toda esperanza”.
La primera estación en la ruta del Aqueronte o calvario, es el analizador de gases, para que evalúen en la despiadada máquina las emisiones de hidrocarburos, óxido de nitrógeno, monóxido de carbono y dióxido de carbono, lenta e inexorablemente los números en la pantalla saltan de gozo mientras tanto el funcionario inflexible nos va manoseando el carro para detectar, encontrar o descubrir alguna anomalía.
Son momentos de tensión. A estas alturas ya se nos olvidó la oración que traíamos preparada. No tiene caso, nos espera el funcionario del foso, que es aún peor, porque es invisible, se nos antoja que puede ser Caronte, con la diferencia que en este sitio no aceptan óbolos.
Por unos instantes perdemos de vista la pantalla, se escucha una voz cavernosa, e instintivamente movemos el volante de un lado a otro… ya falta poco, la salida está muy cerca, pensamos y nos desconcentramos. Y de pronto, una voz angelical como bajada del paraíso, probablemente la voz de la protectora celestial Beatriz nos dice: -Señor, su carro pasó la prueba… ¡Felicidades!
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