Coronavirus y palabras
Lamentablemente, la ciencia y la tecnología actuales no sirven parejo a la raza humana y, en consecuencia, la convivencia social decrece en nuestro medio: van en aumento la impunidad, el abuso del poder y la violación de leyes, reglamentos y decretos. Esto es parte de la crisis actual de muchas naciones, sobretodo latinoamericanas, centroamericanas y del Caribe.
Desde el punto de vista espiritual, la influencia del binomio ciencia-tecnología ha creado la idea de que el sentido superior de la vida es ponerlo todo al servicio del tener, y se ha hecho abandono del trasfondo ético de las relaciones interpersonales y sociales. El país no puede seguir así.
El coronavirus, a pesar de sus gravísimos males, nos brinda la oportunidad de cambiar de rumbo, gozar de una mayor unidad y fraternidad y de la creación de nuevos valores culturales, tanto en la familia como en el campo del desarrollo económico.
En cuanto al estado, en cierto modo, no quiere abandonar el control burocrático. Y en relación con el sentido de la vida, este no es rodearse del tener, y acumular bienestar, sino de encontrarle a la existencia ese sendero superior que la distingue y que le confiere paz y alegría.
Si el coronavirus trae dolorosos males, también deja valiosas enseñanzas: la primera es la obediencia a las medidas del estado y la segunda es no verlo todo negativo. Peor sucedió en 1856, cuando, a causa del cólera, murió el 10% de aquella escasa población.
Decía un filósofo, George Gusdorf, que con la palabra llamamos el mundo a la existencia. Tal vez la siguiente lista de palabras proporcione un mayor sentido al quehacer diario. Estas son las palabras, que en sí mismas tienen su propio contenido: prudencia, generosidad, servicio, trabajo, disciplina, paciencia, alegría, obediencia, respeto, correspondencia, sinceridad, cariño, igualdad, justicia, paz…
Que esta época del coronavirus, si bien ha reforzado el valor de la unidad y la fraternidad del país, debemos tomar conciencia del respeto y profesión de la vida humana, principalmente la de la mujer, en cuyo corazón se cultiva la alegría del mundo.
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