Constructores de la “nueva normalidad”
En los lineamientos sobre la crisis de salud, muy bien; pero en el manejo político y las medidas sociales y económicas para enfrentar sus consecuencias, el gobierno saca nota deficiente. Igualmente, falla al insistir en que debemos prepararnos para regresar a una “nueva normalidad”. Este término se ha vuelto casi un lugar común, que se repite sin cuestionarse que el asumir regresar a una “nueva normalidad” también implica jugar un rol pasivo en el proceso post-pandémico; en el que, como ahora, nos tocaría simplemente seguir reglas y obedecer.
En ese proceso, del que nadie está excluido, nos encontraremos, al menos, con cuatro encrucijadas. De cual camino tomar en cada una de ellas depende “regresar” a lo que teníamos antes, o “construir” algo mejor.
Primero, debemos cuestionarnos si queremos “regresar” a un modelo de desarrollo en el que priva el egoísmo, o “construir” uno sustentado en la solidaridad. Esta pandemia ha confirmado que sociedades más equitativas y prósperas están mejor preparadas para enfrentar las crisis.
Segundo, debemos decidir si queremos “regresar” a sistemas políticos democráticos desgastados, inoperantes y poco transparentes, o queremos “construir” democracias más robustas, eficientes, y generadoras de mayor confianza en la ciudadanía. La pandemia nos debería enseñar la importancia de exigir un sistema político más funcional, y de comportarnos como votantes más conscientes.
Tercero, debemos preguntarnos si queremos “regresar” a familias cada vez más desintegradas y disfuncionales, o “construir” familias integradas y funcionales. Más allá de las situaciones únicas que enfrenta cada familia, la pandemia se presenta como una oportunidad inédita para invertir tiempo, y recuperar y/o fortalecer nuestra familia nuclear.
Finalmente, debemos discernir si queremos “regresar” a sociedades marcadas por lo inmediato, lo material y lo efímero, o “construir” sociedades a partir de personas con mayor profundidad espiritual y mejor comprensión de lo trascendente. La fortaleza espiritual permite, siguiendo a San Ignacio de Loyola, “transformar la felicidad que se siente en tiempos de tranquilidad y éxito, en paciencia durante los momentos de dificultad y prueba”. Así se gestan personas resilientes, capaces de enfrentar el presente con ilusión y el futuro con esperanza.
No podemos “desperdiciar” la crisis que hoy enfrentamos conformándonos tan solo con “regresar” a la nueva normalidad. La situación impone que, a partir de aprender y tomar mejores decisiones en el planteo de nuestro modelo de desarrollo, sistema político, relaciones familiares y crecimiento espiritual, actuemos como “constructores” de la nueva normalidad que nos tocará vivir. Superar la pandemia no supone tan solo salir vivos de la prueba; sino también más fuertes, más sensibles, más sabios y mejor preparados. De conseguirlo, habríamos logrado inmunidad contra el COVID-19, y contra muchas de nuestras peores enfermedades.
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