La distante vejez
Posiblemente usted coincida conmigo, los tiempos han cambiado, quienes llevamos lustros encima recordamos a nuestros antepasados, a los cincuenta años, a los sesenta; con seis décadas ya eran venerables ancianos, ahora es distinto, hombres y mujeres en su inmensa mayoría a esta edad lucen joviales, la vejez se corrió décadas adelante, para nada extraordinario es encontrar personas centenarias activas, lucidas, dándole cara a la vida.
Hace unos días, coincidí con el doctor Francisco Mirambell Solís, en una tienda de esas donde venden desde un mueble hasta un adorno, estaba tranquilo, esperando sentado en un pretil, fuimos compañeros de la seguridad social, lo conocía por su brillante trayectoria como radiólogo en el Hospital Nacional de Niños, ahora, en ratos, en el ámbito privado
Cuando me disponía a pagar me alcanzó para recomendarme su libro, denominado: Envejecer es un Arte, de verdad él personifica ese quehacer maravilloso de alcanzar las cumbres de la vida en plenitud, desconozco su edad cronológica, aparenta ser un sesentón, pero de seguro hace rato dejó atrás como se dice ahora el sexto piso.
¡Claro! Adquirí el libro, ciertamente son pocas páginas, su lectura no demoró más allá de media mañana, pero bien se afirma, la esencia viene en porciones pequeñas, son consejos de vida escuchados como si lo tuviera al lado, con ese aire patriarcal, experimentado algún día con maestros de la talla del presbítero Armando Alfaro Paniagua, quien tantos aportes le dio a la Cámara Nacional de Radio, hoy Radiodifusión y al país.
Mis amigos ya en la dimensión superior, Santiago Corrales, un campesino sabio, como el profesor de mecánica don Renato Zuñiga o María Luisa Bermúdez, una súper mujer, quien la mismo ponía una inyección, eliminaba una pega, rezaba de paso dando siempre un buen consejo y ejemplo.
Ahora la vejez es distinta, hombres y mujeres plenos, gracias a un país donde se apostó por la educación, la salud y la seguridad social.
Poco que agregar a lo escrito por el doctor Mirambell Solís, recomiendo su lectura a jóvenes y adultos, fundamentalmente, porque el envejecimiento inicia cuando nacemos.
Como jubilado de reciente data sólo un consejo a los contemporáneos, ojalá la inevitable muerte nos sorprenda con algún proyecto entre manos, en tanto, mantenga el trasero y la espalda lejos del sillón y la cama, igualmente, las manos lejos del licor, (sin decirle un aperitivo de vez en cuando no cae mal).
La vida va para largo, al decir de mi madre a los casi 97 años: “es un fandango, hay que saberlo bailar”.
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