El amor… sentido de la vida.
Anhelos, sueños, metas, sinónimos que resumen lo que se quiere de la vida, ¿para qué? Si la respuesta es para compartir equitativamente con amor, entonces la vida y los sinónimos empiezan a tener sentido. El cómo se logran los objetivos es lo más importante, el camino correcto tiene que ser la honestidad, la ética y la moral, aunado a la calidad del trabajo, los sentimientos nobles y el sincero servicio al prójimo para que Dios bendiga el éxito.
La palabra amor nunca estará de más, por más que se diga, por más que se escriba, por más que se escuche; el amor es esa persistente gota de agua que perfora sobre la dura roca un hoyo, de igual forma, el amor suaviza los corazones, mueve hacia el bien las voluntades, supera los obstáculos, transforma el egoísmo y el ventajismo en caridad, la discriminación y los privilegios en equidad, la injusticia y la corrupción en transparencia y justicia.
El amor hace milagros en la conciencia humana, fertiliza los campos donde florecen los valores, la voluntad se torna fuerte, inflexible e insobornable, ante los embates de la corrupción, el tráfico de influencias y los asesinatos gestados en carretera, por una triple moral que inicia con el fabricante que embriaga al conductor irresponsable de la muerte, de igual forma promueve la agresión y necesidades intrafamiliares, en complicidad con la ley y sus portillos que más que portillos, son puertas de par en par, por donde escapar la impunidad.
El verdadero amor produce tranquilidad, entiende el verdadero significado de la vergüenza; vergüenza que para muchas y muchos no existe, en lugar de ella, lo que poseen es una coraza impenetrable a la conciencia, a la honestidad, y en la faz un disfraz con la falsía, “mi trabajo es servir al pueblo”.
Costa Rica, un país ejemplo a nivel mundial en muchas facetas, no puede perder su identidad, su institucionalidad jurídica y democrática, no puede perder su patrimonio, piedra angular del bienestar de las mayorías y la paz social.
Es preciso un alto en el camino y tomar como ejemplo a nuestros antepasados que, con valentía expulsó los filibusteros, hoy es nuestra obligación retornar nuestras raíces y expulsar al moderno filibustero, con rostro de corrupto y ventajista, tráfico de influencias, alcohol al volante y la impunidad.
Hoy Costa Rica necesita más que nunca de nuestro amor, no de la violencia, necesita ese amor fuerte inflexible ante la mediocridad, insobornable ante la corrupción y generoso con los más necesitados.
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