Tiempo de navidad
Navidad, tiempo de regalos y más regalos; tiempo de amor y paz, tiempo de alegría, de contento; pero hay uno de valor supremo: el nacimiento del Niño Jesús, conforme lo anuncia el Antiguo Testamento y lo confirma el Nuevo. San José hizo de su padre terrenal y a María, Jesús nos la dejó como nuestra madre. “Y cuando Jesús vio a su madre, y al discípulo a quien Él amaba que estaba allí cerca, dijo a su madre: ¡Mujer, he ahí tu hijo!”, Juan 19:26.
El Padre nos envió a Jesús para nuestra salvación y a todos nos espera en el cielo. Nuestra dicha es ir a su encuentro. También Jesús nos trae el regalo del mundo de la Fe y la Verdad, esto que tanto preocupa al hombre.
El Adviento o Advenimiento viene del latín adventus, que era el idioma propio del Imperio Romano. Cuando el Emperador o el César visitaban a sus pueblos, estos debían estar ordenados, limpios y sin revueltas. Esta misma disposición debemos observar los pertenecientes al pueblo cristiano. Este es el origen del Adviento que celebramos en estos días y de ello rendiremos cuentas al final de nuestra vida. Por tanto, debemos estar vigilantes para cumplir con una vida fundada en el bien, el amor y la paz.
Este mundo se ha vuelto frío y quiere olvidar lo sobrenatural. Debemos calentarlo y llenarlo de tono humano, solidaridad y empatía entre todos pero especialmente con aquellos menos favorecidos, con aquellos que sufren en lo material y sobre todo en lo espiritual. En esto se cifra el futuro de la humanidad.
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