Volvamos a la fe
Han pasado tantas cosas y muerto tanta gente, en Ucrania, que casi no podemos encontrar palabras para creerlo: Apartamentos, casas, caminos y puentes destruidos.
Pero otros tantos y lamentables hechos más cubren con sangre parte de la faz de la tierra. Pensemos que tenemos un mundo especialmente creado para nosotros, lo cual nos obliga a corresponder y agradecer por el tesoro recibido de la vida; la mayoría así lo creé.
En la pasada Semana Santa muchos viajaron, felices, a las playas, y prefirieron soslayar su fe, aunque fuese fugazmente en los celajes del atardecer. Cuando regresaron del descanso, tal vez, algunos retomaron el recuerdo de la fe; aunque no siempre es así.
La gran preocupación de algunos seres humanos es pensar en lo que vendrá al final de la vida. Esta preocupación en ellos es una constante. Recordemos que debemos rendir cuentas de lo bueno y lo malo hecho en la existencia. No perder esto de vista, no es asunto solo de la Semana Santa, sino de la existencia cotidiana, esta rendición de cuentas nos espera al final de nuestro caminar terrenal.
Recordemos que no somos hijos de la nada, que somos seres creados. Por lo tanto, sujetos al mandato del Creador, quien nos ha dicho lo siguiente: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”, Mateo 28:20. No perdamos el rumbo, no somos hijos de la nada. Somos semilla divina, como ya se ha dicho.
En otras palabras, no pertenecemos al esquema común de otras personas: poder, éxito, prestigio y esfuerzo propio. Esta fórmula no le ha traído al mundo libertad, paz, equilibrio ni felicidad. Volvamos a lo de siempre: sentirse y ser personas que no odian a nadie pues nos sabemos hermanos.
Realicemos un esfuerzo por ser mejores y a defender nuestro origen de personas únicas, irrepetibles e irremplazables.
No perdamos el camino que Dios nos ha instituido hasta el fin del mundo. Sus palabras y su amor están escritos en el Nuevo Testamento.
Volvamos a la Fe.
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