Mamá a los ochentas     

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Mamá a los ochentas     
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Para una familia tener una mamá de ochenta años y más es todo un privilegio. Contar con la parsimonia y sabiduría de una mujer que ha dado todo por sus hijos, y aún sigue cuidándolos a la distancia.  Esta madre octogenaria prolonga su amor y protección a sus nietos amados, satisfecha de que su árbol genealógico creció justamente a través de ellos.

Por las noches la lista de peticiones a Dios para que cuide de toda la prole es larga, llena de fe, sueños de paz y properidad  familiar.

El abrazo de mamá en este ciclo de vida, es más dulce, profundo e infinito. Ojalá fuera interminable, porque el amor es maduro para todos.

A veces mamá a los ochenta se le olvidan momentos, se le caen o pierden objetos. Entonces su mirada consciente del desvalimiento se vuelve triste. Un brillo suplicante de compresión y paciencia emerge con miedo para que no la regañen, ni se rían de ella, mucho menos que se burlen.

Su lucha interna por recuperar fuerzas, y sostener la memoria, hacen que pase cansada. Ante ello se distrae caminando por la casa buscando algún oficio que le ayude a vivir igual que antes.

Sin embargo,  la realidad cada día le indica que esto no pasará, al contrario, va a emporar. Y por eso a veces la vemos llorando a escondidas para no preocupar a nadie.

Mamá a los ochenta no dirá nada de eso que la aconjoja e inquieta. Seguirá pensando en cuidar a los suyos y darlo todo. Es ahí cuando los hijos debemos darle  amor incondicional. Hacerle sentir que sigue siendo digna del mayor respeto por ser la sabia de la familia.

Preguntarle con sutileza sus necesidades. Acompañarla a citas médicas. Recordarle la hora de sus pastillas. Llevarla a pasear. Ver tele con ella. Tomar café entre todos, hablarle a los ojos. Sonreir con sinceridad.

El mejor regalo para mamá a los ochentas es la compañía.

Felicidades a la madre-mamá…

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