Día de la Niñez
El Día del Niño es una celebración que tiene 68 años de estarse conmemorando pues fue en 1954 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas recomendó que se instituyera en todos los países el Día Universal de la Niñez como una fecha propuesta, exclusivamente, a reafirmar los derechos de la infancia y a destinar diversas actividades para lograr el bienestar de esta población.
Aunque ciertamente cada país lo celebra en una fecha diferente y de formas diversas, su significado sigue siendo, en todos, el de valorar, dignificar y amar a la niñez; además de conocer los derechos de la infancia y la importancia de su respectivo cumplimiento.
También el Día de la Niñez puede ser una fecha muy conveniente para sacar ese infante que llevamos dentro, máxime en esta época tan particular que estamos viviendo de tanta zozobra, porque qué diferente sería el mundo si, en nuestras almas, volviera a florecer nuestro infantil espíritu. Ya que, por más difícil que pareciera, volveríamos a vivir el presente y mirar el futuro con la ilusión de hacer realidad nuestros sueños.
Nuevamente sembraríamos en nuestra piel y nuestro corazón la confianza de construir un mundo sin violencia, sin odios, sin hipocresías, sin contaminación, sin intolerancias ni guerras.
Tendríamos, de nuevo, la bendición de asombrarnos de todas las maravillas que nos rodean. Volverían a cautivarnos la magia que despiden las flores, el eterno milagro del arco iris, los compases de los chasquidos de la lluvia y las singulares figuras que dibujan las nubes.
Si tuviéramos otra vez alma de infantes, gozaríamos sinceramente del abrazo y del beso de nuestros padres. Descubriríamos nuevamente el canto de las olas. Podríamos volver a reír a carcajadas sin ninguna vergüenza, volver a llorar a lágrima viva sin ningún prejuicio y volver a sentir, pensar y hablar con la libertad propia del viento.
Si tuviéramos de nuevo la esencia infantil en nuestras almas, desearíamos, vehementemente, no ser ultrajados, violentados ni ignorados; nuestras pieles clamarían por el respeto, la valoración y el aprecio de nuestros semejantes.
Sin duda alguna, este mundo tendría otro color si sembráramos más en nuestros corazones una mirada de niño. Ya Jesús nos lo dejó como enseñanza cuando predicó: “Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”.
Razón de más para darnos hoy la oportunidad de hacer brotar, en este Día de la Niñez, nuestro niño interno. De esta manera, teñiríamos nuestras existencias con los matices de la alegría, la sinceridad y la esperanza; al igual que lo han hecho tantos pequeñines a quienes hoy, perfectamente, los podemos asumir como nuestros más grandes maestros.
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