Poner el amor donde haga falta
La mayoría de las personas concuerda en que la Navidad se ha convertido en una instancia religioso-comercial, pues se sabe que la noche del 24 de diciembre se celebra el cumpleaños de Jesús; no obstante, esta fecha se ha transformado en días de un consumismo desenfrenado.
No es que esté mal que alguien quiera hacerle un presente a un ser querido o un compañero de trabajo; el problema radica en que con el paso del tiempo se ha ido perdiendo el enfoque primigenio de esta festividad ya que esta época debería ser tomada como un acontecimiento donde recordemos que el verdadero sentido de la Navidad es recordar el nacimiento de nuestro Salvador desde el punto de vista del Amor de Dios y, con ello, reavivamos el espíritu de solidaridad con quienes más nos necesitan.
Si realmente nos impregnáramos del Amor de Dios, nacería el sentimiento de poder compartir un momento de comunión no tan solo con una persona amada, sino también con nuestro prójimo. Además, llevaríamos actos humanitarios y oportunos como, por ejemplo, visitar a los enfermos, a los discapacitados, a los desahuciados, a los indigentes o aquellos quienes llevan una muerte en vida.
No hay que olvidar que también hay otros humanos que luchan y se esfuerzan a duras penas por traer diariamente el pan a la casa; hay padres que se entristecerán por no poder celebrar una Noche Buena como quisieran y habrá niños quienes sentirán que en esta Navidad el “Niño Dios o Santa” no fue justo con ellos.
Estas personas son las que realmente necesitan de nuestra compañía; deberíamos hacer un esfuerzo para poder entregarles un poco de aliento, brindarles afecto, sembrar esperanza y motivarlos para que puedan seguir luchando por vivir.
Por ello, debemos detenernos un momento para pensar y comprender lo afortunado que somos, reconociendo lo mucho que tenemos para ser agradecidos de Dios y, de esta manera, más allá del aspecto material, reconocer que el verdadero sentido de la Navidad está en contagiarnos con un espíritu de solidaridad con el prójimo.
Ante este panorama valga recordar una anécdota que contaba Facundo Cabral, “Cuando murió mi mujer y mi hija en un accidente, me llamó la Madre Teresa, ¿sabes qué?, me dijo… ´Ah caramba, ahora sí que estás en un gran problema: ¿dónde vas a poner el amor que te va a sobrar?´, y me llevó a Calcuta a lavar leprosos y me salvó. Pon el amor donde haga falta, me dijo”.
Ojalá esta Navidad fuera usada como una instancia ideal para comprender que el Amor de Dios es transmitir un mensaje de paz y de esperanza a nuestros semejantes. ¡Muy Feliz Navidad!
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