Muerte injusta del menor Samuel Arroyo Valverde
Con el corazón hecho un puño, y el alma nacional desgarrada de impotencia, despedimos al menor Samuel Arroyo Valverde. Injusta muerte de un niño inocente, quien nada tenía que ver con los conflictos violentos, de nuestra actual realidad costarricense.
Vivimos a merced del hampa, el narco y la delincuencia. Sin rumbo y sin ley. En cualquier momento y en cualquier lugar del territorio nacional estamos expuestos a la agresión de personas antisociales, desprendidas del miedo y la culpa si matan a inocentes e inclusive a niños.
Tristemente se suman varios casos de pequeños asesinados en dinámicas de ajusticiamientos, dejándo a sus familias devastadas, especialmente porque la mayoría de los responsables quedan en el mundo de la impunidad e invisibles para la justicia.
No logramos como sociedad dar respuesta a la inseguridad ciudadana. De unos años para acá, solo vemos frente a nuestros ojos la caída de la paz, y perdido el derecho a trabajar con tranquilidad y así producir y ganar dignamente el sustento familiar.
Cabe preguntarse; en qué momento nos pasó esto. En qué momento nos estamos acostumbrando, y normalizando la violencia. Es tal la incertidumbre y la angustia que ni los últimos gobernantes han podido detener la oleada de terror y muerte proveniente de liderazgos desconocidos.
La hermosa ciudad señorial que fue un día San José, con gente de saludo cordial y una sonrisa sincera, de ir a misa los domingos, y los chiquillos corriendo y jugueteando en el parque central, es ahora un lejano recuerdo.
Nostalgias de antaño y súplicas a Dios, para que ningún niño más vuelva a morir de forma tan cruel. Nuestra infancia merece crecer sin temor a morir y no como viven los niños de países en guerra.
Padres y madres merecen esperar el regreso de sus hijos sanos y salvos de sus escuelas, vivir en hogares seguros, donde puedan dormir y soñar sin estar expuestos a que una bala pérdida les arrebate su inocente existencia.
Descanse en paz angelito Samuel, la patria te llora.
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