Hemos olvidado muchas cosas
¿Qué no debemos perder? Algunos, movidos por una falsa urgencia de un mundo cada vez más confuso, han perdido el impulso, la fuerza, de vivir para siempre. Se nos ha olvidado la fe recibida y meter al Creador en todas las acciones a emprender. Porque venimos de lo alto y a ese más allá nos dirigimos.
No basta con el creciente empuje de la tecnología. Pensemos en el futuro que nos espera: que los robots hagan el trabajo. Otros ven superada la presente época. Y el deber de todos de pensar en el final del mundo, como si hubiese muerto su esperanza. La respuesta la oyeron los apóstoles: esas cosas sólo las sabe mi Padre que está en los cielos. O sea, que sigue viva la esperanza. Porque la vida es un pozo de esperanza.
Lo que se pide es el deseo de vivir, de crear, de servir, de fomentar la amistad, de respetarnos, de perdonar, de no ofender a nadie, de dedicar más tiempo a la familia, la esposa y los hijos. Todos lo merecen, para esto es el tiempo.
Esa dedicación, igualmente, la espera el desarrollo del país, su vida cívica, la seguridad, la democracia, y la paz social. Todos nos necesitamos. Aprendamos a vivir sin rencores, así seremos mejores personas. Tampoco olvidemos que rendiremos cuenta de “lo bueno y lo malo hecho en la vida”. Son palabras de nuestro Creador.
Recordemos que todo cuanto se pida con fe será concedido, ahora o después. No somos hijos de la nada para caer en el vacío. Llevamos la marca en el corazón de que algo superior nos espera.
Mucho se ha olvidado el mundo de la fe y su difusión. Asimismo, tengamos presente el valor de la vida, ese tesoro que el mundo no da sino que viene de lo Alto y a Él vuelve.
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