Costa Rica es una república
En una república el poder es administrado por tres poderes diferentes, responsables e independientes, para así lograr resultados y para alcanzar los objetivos de bienestar ciudadano y nacional deben ponerse de acuerdo.
En Costa Rica no existe un poder absoluto ni nunca debería existir, no existe un tirano, no existe quien gobierne por encima o a espaldas de todos.
La división de poderes fuerza a alcanzar coincidencias, a trabajar unidos, unos legislando, otros administrando los asuntos comunes dentro de la ley y otros juzgando si los otros dos ejercen sus funciones conforme el pacto fundamental y las leyes generales de administración pública así lo hayan dispuesto.
Gobernar es el ejercicio complejo y sistemático de fijar metas y objetivos en el tiempo, persuadir al legislador de la conveniencia de esa fijación de objetivos y claro está situarlo todo dentro del marco de la legalidad.
El gobernar no es solo el administrar lo que se recibe, sino transformarlo para bien a través de ese proceso virtuoso de complementación entre poderes y de capitalizar sobre la diversidad de enfoques e ideas que genera una sociedad. El esfuerzo republicano de síntesis, persuasión y de materialización de metas y objetivos, resulta trascendental para la sociedad como un todo.
La acción en equipo, en respeto, decencia y buena fe, en conocimiento, en solemnidad y altura de cada uno de los poderes de la república que administran el poder, es lo que permite que la república avance, alcance progreso económico, social, cultural y espiritual.
El intento de superposición de un poder sobre los otros, lo que genera es la destrucción de la gobernanza y el equilibrio de la república; la generación del caos en la administración de los asuntos comunes provoca la degradación del respeto de los ciudadanos por el sistema republicano y su sistema eleccionario democrático.
Los poderes no deben buscar socavar el estado de la legalidad, ni disociar al pueblo sino buscar la concordia y la unidad de Costa Rica. El objetivo de cada uno de los tres poderes no es destruirse entre ellos, sino es construir juntos. La agresión de un poder hacia otro es nociva para la institucionalidad.
Todos los poderes están obligados a fortalecer la república y su sistema republicano y democrático. Ningún poder está autorizado a desacreditar o a mermar la reputación o poner cortapisas ilegales a las labores de los otros poderes que ejercen sus competencias constitucionalmente demarcadas. Al contrario, todos estamos obligados a su renovación, mejoramiento y a su solidificación.
El fortalecimiento de la institucionalidad no es solo cuestión de la letra de leyes y de la constitución política sino fundamentalmente del espíritu de la misma.
Que el espíritu democrático y el espíritu republicano continúen soplando con fuerza dentro de nuestras fronteras.
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