La abolición del ejército en Costa Rica

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La abolición del ejército en Costa Rica
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Nuestro país goza de gran prestigio en el mundo por muchas razones: su centenaria democracia, sus políticas de protección natural y su riquísima biodiversidad, por los esfuerzos hechos en salud y educación, por la calidad humana de su pueblo, por sus bellezas naturales y otras más. Sin embargo, como decía un importante líder europeo, hace algunos años:  “Nada le ha dado tanta gloria a este país, como la abolición del ejército. Costa Rica le declaró desde entonces el amor a la humanidad y la paz al mundo.”.

Don José Figueres Ferrer, entre muchos méritos, tiene un crédito innegable por haber dado ese paso y por tener la estatura de estadista al disolver el propio ejército con el cual había ganado la guerra civil de 1948.

Sin embargo, cualquiera puede constatar que la situación de un país depende más de la educación, los valores, la mentalidad y la actitud de su pueblo que del gobierno que tenga. Y en este caso, el reconocimiento debe extenderse a la nación costarricense, cuyos valores crearon el contenido espiritual para que Figueres pudiera tomar aquella decisión en medio de un continente azorado por guerras y golpes militares.

Debe llamar la atención que, como señalara el Presidente Luis Alberto Monge, con ocasión de tomar otra gran decisión como es la neutralidad de nuestro país ante los conflictos armados, Costa Rica es el único país de América Latina cuyo primer jefe de Estado no fue un militar. Juan Mora Fernández era educador. Y lo situó como un hecho precursor de la neutralidad, con la cual Costa Rica le declaró al mundo su fe en el diálogo, los tratados internacionales y la vía de la paz.

Y el propio Himno Nacional tiene una declaración rotunda de esta mentalidad civilista de nuestro pueblo al decir: ¨Cuando alguno pretenda su gloria manchar/ verás a tu pueblo, valiente y viril/ la tosca herramienta en armas trocar¨. Sólo un país sin ejército puede hacer semejante afirmación. Al no estar armado, su pueblo campesino cambia su herramienta por un arma. Si existiera el ejército, aquello sería tarea de soldados debidamente armados.

Este hecho, en lugar de achicar la gloria de Don Pepe, la engrandece porque sólo los gobernantes sabios son capaces de percibir el alma de sus pueblos y guiarse por sus más recóndidas expresiones espirituales. Algunos  reclaman méritos para otros compatriotas que presentaron iniciativas semejantes. Ellos también supieron percibir el alma nacional. Y confirma de la misma manera cómo el camino que recorren las naciones no es  tanto cuestión de líderes y leyes, sino de la conciencia colectiva que se expresa en su devenir.

Al festejar, el pasado primero de diciembre, un aniversario más de la abolición del Ejército en Costa Rica, hagamos de esta efemérides un motivo de orgullo. Pero también, reconociendo que para ello fue fundamental nuestra formación pacifista, en este momento crítico de nuestro país, aprovechemos la ocasión para reconocer que la actual crisis sólo podrá resolverse si somos capaces, una vez más, de poner el oído fino de la conciencia en el corazón de nuestro pueblo.

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