Navidad, natividad, nacimiento
Esas tres palabras unidas deben ser una invitación a hacernos a imagen del Niño Dios. O sea, es una invitación a luchar por serlo. La llamada noche buena no será buena si no luchamos por vivirla hasta el final de nuestra existencia.
Pues si en todas las instancias educativas hablamos de recreos, la construcción de la vida es distinta: aquí no caben los recreos, pues se trata de una construcción que no termina nunca, porque la vida tiene un comienzo en el más allá. Es un mandato divino sin final; lo mejor es seguir sus pasos cargados de eternidad. Solo la existencia humana posee esta marca indeleble. Por tanto, luchemos por mantener su integridad, cuyo origen ya conoceremos cuando nos lo revelen en el Cielo.
Ese Niño Dios que nació en un pesebre y que huyó de las manos de Herodes, debe servirnos de guía en nuestro vivir. Igual debemos huir de una vida inútil, estéril. Hemos nacido para construir puentes y que otros transiten hacia caminos mejores y para nada las estériles confrontaciones de insaciables egos.
No olvidemos el mensaje de Navidad: hacernos humildes y sencillos como el Niño Dios. Pensemos en Él, recostado en un humilde pesebre al cuidado de Santa María y de su padre San José. Herodes, lleno de odio y furia, cuando partió de este mundo lo hizo hacia un camino nada ‘luminoso y alegre’. Trabajemos para seguir una senda diferente, una luminosa y alegre,
Finalmente, recordemos no estar solos y abandonados, sino en compañía de Quien nos ha dado la vida.
Las experiencias que nos dejó el año 2023, debemos llevarlas muy metidas en el corazón, que nos sirvan de lecciones de vida y tener presente que no se repetirán jamás. Esto significa, por ejemplo, cambiar hábitos que no son inconvenientes, y mejorar en el campo de las virtudes humanas, en estos tiempos tan olvidadas y despreciadas.
Hagamos el propósito de cambiar esta Navidad, a fin de que sea más provechosa.
Sea el nuestro un camino anchuroso y alegre hacia el Creador.
Los comentarios están cerrados.