Ser una persona promedio
En un mundo en el cada vez se espera más personas sobresalientes y excepcionales, hay quienes defienden a los que más bien forman parte del promedio, lo que no destacan, sino que más bien la pasan bien, sin necesidad de estar en el cuadro de honor o el equipo de debate del colegio.
Conste, no estamos apelando a la mediocridad, pero debemos reconocer que a veces esas exigencias se vuelven en contra de los jóvenes que acumulan más estrés del recomendable solo para encajar en estándares cada vez más exigentes y competitivos.
Esa búsqueda, a veces obsesiva por el mejor, el más destacado, el más inteligentes, el más rápido, el más atractivo, el más de todo no siempre es tan bueno como lo pintan y hay estudios que están destacando que el ser un buen estudiante, pero no el mejor; ser atractivo, pero el más atractivo; o jugar bien futbol, pero no ser el futuro Messi, tiene sus ventajas.
Incluso, el ser tan bueno en algo no asegura el éxito, ya que, entran a jugar muchos elementos a la hora de una competencia. Vamos con un ejemplo sencillo. Si usted es buenísimo jugando futbol, pero no pasa la bola o no sabe lidiar con la derrota, igual, no servirá en el equipo.
Llevemos esto al plano laboral, donde muchas veces, el empleador quiere al mejor promedio de la carrera, pero resulta que ese mejor promedio, a la hora de enfrentar las vicisitudes del día a día no responde como si lo hace otro empleado que obtuvo su título sin tanto renombre, era un alumno promedio.
Y no hablemos de quien la pasa mejor, el ser el mejor, es también es una gran responsabilidad, siempre van a esperar de usted mayores resultados, exige más estudio, más práctica, más disciplina. Lo otros con rendir está bien.
Y claro que necesitamos primeros promedios, atletas de primer nivel y reinas de belleza. Pero… Lo que hoy queremos decir es que está bien si usted no es parte de ese grupo, simplemente el mundo no se a acabar.
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