La fantasía del tipo de cambio
El precio del dólar en el mercado cambiario sigue en picada. Desde casi 700 colones por dólar, en junio de 2022, en estos momentos ronda los umbrales de 500. Mucha gente está feliz, pues ingenuamente creen que entre más barato esté el dólar, el precio de los productos importados bajará, entre ellos los combustibles, los electrodomésticos y los viajes al exterior y abarata el costo de vida: la lavadora importada debería costar menos; los precios del arroz y los frijoles importados deberían bajar, y ahora, con un dólar tan bajo, podremos costearnos ese viajecito a Miami con el que tanto hemos soñado.
Muchos añoran un dólar a 400, presumiendo que eso nos hará más felices, y hasta con cierta sorna suponen que los ricos, esos que ahorran en dólares, serán los perdedores, entre ellos los grandes empresarios, quienes verán esfumarse sus jugosas utilidades.
Pero, mucho cuidado. Las apariencias engañan. Eso que percibimos como algo muy favorable, en realidad es muy negativo.
En primer lugar, hay que advertir que el dólar está bajando por una razón muy simple: nos estamos endeudando en dólares, en condiciones onerosas, para vender esos dólares en el mercado local a un precio más barato, algo así como vender colones a peseta. No sólo es un pésimo negocio, pues más temprano que tarde habremos de pagar esa fiesta, a un precio mucho más alto, cuando ya no habrá con qué pagar. Vivimos en una fantasía, como cuando irresponsablemente usamos una tarjeta de crédito para pagar lujos, vicios y despilfarros.
En segundo lugar, entre más cae el dólar, los productores nacionales experimentan consecuencias muy negativas, pues no pueden competir con los precios de los productos foráneos. Por tanto, se ven obligados a reducir su producción y, ¿adivinen qué?: a despedir empleados.
A los exportadores, incluyendo los de las zonas francas, les resulta cada vez más difícil cubrir sus costos, pues están recibiendo casi 25% menos colones por sus exportaciones. Ya muchas de estas empresas han dejado de contratar costarricenses y están despidiendo gente, e incluso, consideran trasladarse a otros países. Nuestro trapito de dominguear está en peligro. Y el país se encarece mucho más para el turismo, otra de nuestras joyas.
En el último año se han destruido más de 135 mil empleos, y a los desocupados, eufemísticamente los llaman “voluntarios”.
La baja en los precios de los productos es una mera ilusión. Algunos bienes importados han bajado, pero no tanto como el dólar. Otros bienes locales no lo han hecho, pues los empresarios no pueden bajar sus costos, tales como los salarios, cargas sociales, y materias primas locales. Esto repercutirá en la desaceleración económica, provocando más pérdida de empleos, menores ingresos y más pobreza.
El pato de la fiesta, como siempre, lo será el grupos de medianos y bajos ingresos.
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