La trampa del endeudamiento público
La moneda de curso legal para la economía costarricense es el colón. Si bien, el dólar circula profusamente y se usa para muchas transacciones privadas, no sirve, por igual, para todo ni para todos. El gobierno, por ejemplo, no puede pagar, en esa moneda, salarios ni artículos o servicios para el desempeño de sus funciones. Debe hacerlo en colones.
Cuando el gobierno pide préstamos para realizar proyectos de obra pública o infraestructura social, la mayor parte de esos dólares pagan, casi directamente, importaciones, maquinaria y equipo y servicios. Mientras esos proyectos sean socialmente rentables, ellos mismos producirán, en el futuro, los recursos para su repago. Para eso, los préstamos externos son muy útiles pues hacen crecer la economía.
Pero, cuando el gobierno trae dólares, para financiar su gasto corriente, debe convertirlos a colones. Si son montos grandes, desequilibra el mercado cambiario. Si el Banco Central los convierte, debe poner su maquinita a funcionar y emitir colones. Como sabemos, esta operación es peligrosa pues causa problemas como inflación, devaluación y contrae la economía. Entonces, debe hacer costosos malabares para retirar ese dinero de circulación y evitar daños mayores. Esos costos los terminamos pagando todos los costarricenses.
También puede cambiarlos en el Mercado de Monedas Extranjeras, o Monex. Esto aumenta sensiblemente la oferta y causa una baja en el tipo de cambio. Para aprovechar el menor precio, los bancos comerciales, puestos de bolsa, fondos de pensiones, empresas y personas los compran para negociarlos en ventanilla, invertir en dólares, traer productos importados, pagar viajes o simplemente para guardarlos, en la esperanza de tener ganancias cuando el tipo de cambio vuelva a subir. Pero, frecuentemente, el Banco Central participa en la compra para evitar mayor descalabro, emitiendo dinero.
Por muchas décadas, un principio de sana economía era financiar todos los gastos internos del gobierno, con impuestos o, si no había más remedio, pidiendo colones prestados a los costarricenses, mediante la venta de bonos fiscales.
En las tres últimas tres administraciones, el gobierno, alegremente, se olvidó de esa disciplina y empezó a pedir préstamos en dólares para pagar salarios y gastos corrientes, no necesariamente para proyectos de inversión.
En los últimos dos años, esos préstamos superan los cinco mil millones de dólares, una verdadera inundación de divisas, bajando peligrosamente el tipo de cambio, a pesar de las compras masivas del Banco Central, tratando de sacar agua del bote. Esto está dañando toda la estructura productiva del país, con nefastas consecuencias, a corto plazo.
Se debe rescatar el principio fundamental de limitar el endeudamiento solo para financiar proyectos rentables de inversión pública. De lo contrario, en el fondo se está utilizando los préstamos externos como mampara, una forma disimulada de evadir la ley y financiar al gobierno con emisión de dinero, popularmente conocida como inorgánica.
Los comentarios están cerrados.