¿Dictadura perfecta o democracia imperfecta?

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¿Dictadura perfecta o democracia imperfecta?
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Si hacemos una retrospectiva histórica y retomamos el concepto de Aristóteles sobre democracia: “el deseo de no ser gobernado por nadie y la aceptación de una especie de mal menor o sustituto: el gobierno por turno”. No deberíamos recurrir a consultas populares adicionales. En la antigua Grecia, la democracia se concebía como el gobierno de la mayoría. Aplicar este concepto hoy, es más complejo, porque ha dejado de ser representativa e inclusiva, agravado además porque los ciudadanos no ejercen su derecho al sufragio. Esto desgasta la democracia y degenera en la dictadura de las minorías y al final, pueden equivocarse eligiendo la persona incorrecta, pero sería el error de esa minoría. Sin embargo, sigue siendo la mejor alternativa de gobierno, aunque no es perfecta, ya que está concebida para que la mayoría aún puede expresarse a través del sufragio.

Como afirmaba Montesquieu, un gobierno democrático debe de basar su funcionamiento a través de una división de poderes que garanticen una gestión objetiva y exitosa. De allí, el origen de los diferentes poderes de la república. A nivel del ejecutivo, se cuenta con entidades reguladoras de la función pública y el erario público. Es fundamental para que exista garantía y claridad en las decisiones y la rendición de cuentas.

Nuestro sistema republicano ha llevado al poder a todos nuestros gobernantes de manera estable desde 1953 hasta nuestros días por libre decisión del soberano. Por esto, Costa Rica, país en la cintura de América, otrora conocida como la Suiza Centroamericana, con más de 200 años de independencia y con una democracia ejemplar en el concierto de las naciones, cuyo sistema republicano es centenario.

Es claro que no hay democracia pulcra y Costa Rica no es la excepción pero está muy lejos de ser una “dictadura perfecta”; aunque debemos de reconocer que la burocracia, el exceso de leyes y la falta de sentido de urgencia, han secuestrado a los poderes de la república y a los entes reguladores; aquí podríamos pensar pero en una “dictadura” de la mediocridad.

Como en toda democracia, la burocracia, la institucionalidad y el ordenamiento jurídico son parte del sistema y lo procedente es “sacar las pulgas del sistema”. La decisión correcta, sería modernizarla y adaptarla a las necesidades de hoy, para hacerlas más funcionales. Pero restringirlas o eliminarlas, no es el camino del estilo costarricense. Eliminar los controles del estado. Esto nos llevaría a una dictadura perfecta de una persona o entidad.

El país requiere de mayor investigación, desarrollo, planificación, agilidad y efectividad de los controles. La discusión política correcta, integral y serena en el país, debe darse y debería estar en función de un diálogo nacional entre y con todos los sectores del conglomerado social. Urge una reingeniería de los poderes del Estado y de sus dependencias. Una revisión integral de la hiper legislación y regulación vigentes, para quitar la parálisis burocrática y así tener una mayor agilidad operativa.

Vivimos en un país democrático que lamentablemente ha venido en decadencia y sí debemos eliminar la vil leguleyada. Pero lejos de gastar millones en consultas populistas, debemos pensar en reinventar en nuestras instituciones para fortalecerlas, modernizarlas, eliminar la grasa burocrática, hacerlas eficientes y eficaces en su funcionamiento. Y a este esfuerzo deberían ser convocados todos los diferentes grupos de nuestra sociedad.

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