Revalorizar la Independencia desde nuestras raíces
Acabamos de celebrar el mes de la Patria, setiembre, mes en el que las banderas ondearon alto y los desfiles escolares llenaron de vida nuestras calles.
Sin embargo, al observar el presente de nuestra patria, es inevitable preguntarse: ¿somos realmente libres? El peso de las profundas desigualdades sociales y el creciente flagelo del narcotráfico nos hace cuestionar si hemos sabido honrar el legado de nuestros antepasados o si hemos dejado que el brillo de la independencia se apague lentamente.
A pesar de logros en educación, salud y democracia que han hecho de Costa Rica un país único en Centroamérica, la verdad es que no todos los costarricenses gozan de las mismas oportunidades. La brecha entre ricos y pobres sigue inmutable. En las zonas rurales y marginales, miles de compatriotas viven en condiciones de precariedad. Hay sectores de la sociedad en completo abandono y sin oportunidades de desarrollo integral.
A esta dolorosa desigualdad se suma el creciente impacto del narcotráfico, que ha infiltrado comunidades y debilitado nuestras instituciones. Pareciera que aún no tomamos conciencia de la penetración del narcotráfico en nuestro país y de sus consecuencias catastróficas.
Las noticias de violencia ligadas a este fenómeno ya no son excepciones, sino parte de nuestro día a día. Es urgente entender que esta amenaza va más allá de la seguridad pública: es un problema que erosiona nuestra independencia como nación, pues estamos viviendo cautivos del miedo que genera esa violencia sin control.
Tras 203 años de vida independiente debemos aquilatar altamente los valores que nos fundaron como patria. El respeto a la vida, la solidaridad, la justicia social y el amor al prójimo son principios que nacen de nuestras raíces cristianas. Nuestros antepasados construyeron este país inspirados en la fe, en la convicción de que una nación solo puede prosperar si se preocupa por el bienestar de todos sus ciudadanos. Hoy, más que nunca, necesitamos recuperar esa visión que pone a la persona humana en el centro de nuestras decisiones.
Se vuelve urgente fortalecer el Estado de derecho. No podemos permitir que la corrupción y la impunidad debiliten nuestra democracia. Necesitamos instituciones fuertes, transparentes y comprometidas con la justicia social. Solo de esta manera podremos garantizar que todos los ciudadanos tengan las mismas oportunidades de desarrollo y que los más vulnerables no sean olvidados.
Cada uno de nosotros también puede asumir el compromiso de vivir de acuerdo con los valores que fundaron nuestra nación. El respeto por la vida, la honestidad y la solidaridad deben ser más que palabras vacías; deben ser principios que guíen nuestras acciones diarias.
Renovemos nuestro compromiso con la construcción de un país más justo, solidario y en paz. Solo así, podremos asegurarnos de que Costa Rica siga siendo, en esencia, una patria libre.
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