Liderazgo por conflicto

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Liderazgo por conflicto
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Cuando se habla de liderazgo, es fundamental reconocer que su impacto se extiende a todos los niveles de la sociedad. Un liderazgo efectivo no solo se basa en la autoridad, sino en la capacidad de inspirar y unir a las personas en torno a un objetivo común, de ahí que este se da desde las estructuras familiares hasta las estatales, pasando por las empresariales y religiosas. Sin embargo, cuando el liderazgo gubernamental se caracteriza por el conflicto y la confrontación, se genera un ambiente propicio para el desajuste institucional, lo que no solo afecta la gobernabilidad, sino que también crea una cultura de negociación agresiva e irrespetuosa.

El presidente del país tiene la responsabilidad de ser un modelo de liderazgo. Esto implica no solo negociar con sus oponentes, sino también aceptar que siempre existirán objeciones y críticas a su gestión. En una democracia, todos somos ciudadanos del mismo país, y el líder debe recordar que ha jurado servir a todos, respetar las leyes y la Constitución Política; independientemente de sus diferencias políticas. Las discrepancias son naturales y válidas; sin embargo, es crucial considerar el cómo se expresan esas diferencias, La forma en que se comunican puede ser tan importante como el contenido mismo del mensaje.

La capacidad de un presidente para gestionar y resolver conflictos es esencial para transformar tensiones en oportunidades. Un enfoque colaborativo y empático puede desactivar situaciones potencialmente destructivas. Al fomentar un diálogo abierto y respetuoso, puede crear un ambiente donde todas las partes se sienten valoradas y escuchadas. Esto no solo mejoría las relaciones entre sectores, sino que también fortalecería la cohesión social.

Además, es importante recordar que el liderazgo ético juega un papel crucial en la resolución de conflictos. El presidente debe actuar con integridad, tranquilidad y responsabilidad, empoderando a cada uno de los integrantes de su equipo e instándoles a mantener el contacto con aquellos a quienes sirven, ya que la transparencia y la rendición de cuentas son fundamentales para generar confianza entre los ciudadanos.

Con miras al futuro, es esencial que nuestros líderes aprenden a ver los conflictos como oportunidades y entiendan que cada desacuerdo puede ser una ocasión para aprender y fortalecer nuestra visión país. Si no es así, se estarían arrogando la verdad y convertirían nuestra democracia en una autocracia.  

Por esto, el liderazgo efectivo debe estar basado en el respeto mutuo y en la capacidad de escuchar a los demás. Solo así podremos construir una Costa Rica más unida y próspera. A medida que nos acercamos al 2026, es hora de recoger las piedras lanzadas en estos meses y utilizarlas para edificar una calzada por la que el país acceda al desarrollo que todos anhelamos.

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