Juventud en riesgo. Un llamado para rescatar el futuro

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Juventud en riesgo. Un llamado para rescatar el futuro
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La juventud se debate hoy en un terreno de confusión y expectativas frustradas. Desde su llegada a la secundaria, un cambio profundo parece desdibujar su trayectoria, y donde antes había sueños, surgen sombras. Este fenómeno no ocurre en un vacío; es el resultado de una serie de factores que, de manera imperceptible, van alejando a nuestros jóvenes del camino hacia una adultez plena y saludable. Como sociedad, debemos reconocer nuestra parte en este problema y asumir la responsabilidad compartida de encaminar a los adolescentes hacia un futuro de posibilidades y sentido.

En los primeros años, padres y maestros crean un entorno seguro donde los niños pueden crecer protegidos. Sin embargo, al llegar a la secundaria, este respaldo se disipa, y los adolescentes enfrentan una libertad que, sin la preparación adecuada, puede llevarlos a riesgos y desorientación. Como pequeñas tortugas liberadas en el vasto océano, los jóvenes se ven expuestos a influencias que no siempre les brindan debido apoyo ni dirección

Por otra parte, la educación secundaria, en algunos casos, en lugar de reforzar los valores de primaria, se convierte en muchos casos en un entorno donde se “normalizan” prácticas dañinas, que ya tuvieron algunos de sus cimientos en la primaria.

Las influencias negativas distorsionan las aspiraciones de los jóvenes, quienes carecen de programas de acompañamiento y apoyo adecuado, ya que los educadores, sin suficientes recursos y las debidas condiciones de trabajo y tiempo adecuado, no pueden brindarles la atención necesaria. Esto lleva a los estudiantes a buscar orientación en compañeros mayores, quienes no siempre ofrecen el mejor ejemplo.

Por otra parte, los padres, sin darse cuenta, suelen interpretar la adolescencia de sus hijos, como un tiempo de autonomía total. Sin embargo, esta percepción resulta peligrosa, ya que es justamente en esta fase cuando los jóvenes necesitan un acompañamiento activo -aunque flexible- que les permita desenvolverse sin perder de vista la importancia de los valores y el autocontrol. El distanciamiento de los padres, contribuye a que los adolescentes experimenten su recién llegada libertad, sin las herramientas necesarias para tomar decisiones informadas.

Es momento de reconocer que la crisis de la juventud es, en realidad, una crisis social. La educación, y en especial la secundaria, no puede reducirse a la transmisión de conocimientos, para cumplir con un programa; debe ser una etapa donde el apoyo emocional y la formación en valores ocupen un lugar central. Urge un cambio de enfoque que reconozca el rol fundamental de cada uno en la protección y el desarrollo de los jóvenes.

Este es un respetuoso pero vehemente llamado a actuar y reflexionar. No basta con identificar el problema; debemos involucrarnos en la solución. La juventud es la esperanza de una sociedad mejor, y su bienestar es responsabilidad de todos. Solo uniendo fuerzas podremos darles el espacio y las herramientas necesarias para convertirse en los ciudadanos que nuestra sociedad necesita.

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