Opinar con respeto, prudencia y tolerancia

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Opinar con respeto, prudencia y tolerancia
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El respeto a la libertad de opinar, a manifestar las propias ideas, es, en principio, indiscutible; eso está bien, pero lo que no es conveniente es el decir que «todas las opiniones son igualmente pertinentes”. Ciertamente no todas las opiniones son pertinentes; es el derecho a opinar con respeto, prudencia y tolerancia, lo que le da validez a lo expresado.

Cuántas veces hemos escuchado comentarios como que los ancianos constituyen un estorbo, que las mujeres solamente sirven para cuestiones del hogar o que determinada cultura es inferior; claro que se tratan de opiniones, pero para nada pertinentes. La prudencia, el saber qué decir, cómo decirlo, a quién decírselo y en dónde decirlo, constituye una práctica imperiosa para la sana opinión y respetuosa convivencia de nuestra sociedad, pues todas las generalizaciones o ideas despectivas son opiniones carentes de pensamiento crítico y empatía.

Quizás por imitación, irresponsabilidad o indiferencia, existen cada vez más personas quienes opinan de forma irrespetuosa; con argumentos pobres; que se expresan visceralmente; basados en el ‘choteo´, que agraden sin ninguna consideración a los demás, bajo el lema de que toda opinión debe ser respetada.

A fin de cuentas, quien les falta el respeto a otros; quien defiende sus principios bajo pensamientos categóricos y autoritarios; quien exige que se le escuche y se le respete, pero no escucha, y menos respeta, es quien contribuye a que este mundo sea, cada vez más, menos prudente y tolerante. 

La situación es muy simple: del respeto a la libertad de expresión se pasa al concepto de tolerancia. Por ello, cualquier punto de vista distinto al nuestro, aunque esté muy lejos de nuestros principios, filosofía o creencias, es motivo de tolerancia, siempre teniendo en cuenta que esa opinión no debe ajustarse a la burla, al desprecio o hasta caer en agresiones verbales.

Caigamos en la cuenta de que no todo mundo debe opinar igual que uno, tener el mismo color político, gustarle el mismo equipo deportivo, tener la misma orientación sexual o profesar el mismo credo; pero sí es fundamental respaldar nuestras opiniones en la cordura y el respeto, pues si no se aplican estas condiciones, se estaría cayendo en opiniones nacidas desde lo instintivo; desde una violencia verbal o escrita; provenientes, muy posiblemente, por aquellos que, intolerantemente, exigen tolerancia a sus opiniones cuando ellos no la dan. Opinemos con madurez, con racionalidad, con inteligencia emocional; respetando los derechos fundamentales de la infinita dignidad humana. Ya lo decía el filósofo chino Confucio: “No hagas a otro aquello que no te gustaría que te hicieran a ti”, sin duda, una de las máximas de la norma básica para opinar con respeto, prudencia y tolerancia

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