Despacio porque hay antivalores, de prisa tras los valores
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Hoy más que nunca hay que vestirse de prisa, para llegar de primero a las aulas de estudio, a las oportunidades de progreso económico, espiritual y moral, que sólo la fe en Dios, la esperanza, el esfuerzo y los valores pueden brindar. Costa Rica se hunde en la violencia, en el irrespeto a la vida humana y en el culto a los antivalores.
La ambivalencia de gritar a los enemigos los quiero, y después mandarlos al carajo, es un doble discurso, una doble moral, un engaño a la conciencia. Parte de la sana convivencia es perdonar al enemigo; valor fuerte de respeto a la dignidad y a la vida humana, aún ante las diferencias existentes.
Con los pies en el suelo, es necesario ver la realidad del deterioro de nuestra sociedad, producto de influencias negativas nacionales y extranjeras, que despedazan la escala de valores que otrora hicieron una Costa Rica democrática, de fe, próspera, respetuosa de la vida y los valores, era cuna de tranquilidad y paz.
La irreverente y falaz autosuficiencia de algunos, que pregonan no mirar al cielo y pedir en oración ayuda a Dios porque es un atajo, es un tributo a la desesperanza, descalificación de la fe y mutilación de valores, atenta contra la fe sagrada de la mayoría de los costarricenses, que piden al Creador ayudar a Costa Rica.
Cierto es que lo nuestro está aquí abajo, y las falencias que sufre Costa Rica y la humanidad entera, es producto del egoísmo y perversidad humana, no es hora de improvisar, es momento de enfrentar la gravedad de los hechos con inteligencia, honestidad, justicia, mística, responsabilidad y la sensatez del diálogo asertivo.
No piden visa para quedarse en casa con los brazos cruzados, sin embargo, sería la peor ofensa y postura para nuestra convulsa sociedad, tal indiferencia convierte en cómplices del caos nacional a quienes lo hagan. A Costa Rica la estamos perdiendo, lamentablemente es una Costa Rica irreconocible.
Los costarricense desde las diferentes trincheras, estamos obligados patrióticamente a cambiar el rumbo al desfiladero que llevamos, asistamos a misa, al culto, retomemos el amor al prójimo, el respeto a lo ajeno, a la vida, al estudio, al trabajo honesto, y los políticos que se olviden de la demagogia y la corrupción.
La inseguridad que se vive en cada rincón de Costa Rica no tiene precedentes, el río de sangre, no respeta víctimas inocentes, autoridades del orden ni clases sociales, es una emergencia y crisis nacional que, bajo ninguna circunstancia se debe politizar en esta administración, menos en la próxima campaña electoral.
Costa Rica herida en cuidados intensivos, necesita de todos en un honesto trabajo de equipo, no es hora de improvisar. Es lo que hay.
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