El poder de las palabras de un gobernante

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El poder de las palabras de un gobernante
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Las palabras tienen el poder de edificar, de motivar, de engrandecer pero también tienen el poder de herir, de confundir, de  lastimar, de denigrar y de destruir a una institución, a una persona, a la sociedad y hasta a un país.

Cuando las palabras provienen desde la investidura de un Gobernante, como figura de autoridad, las palabras adquieren un peso significativo, su impacto es más profundo ya que influyen directamente en la sociedad y por ende en la opinión pública, de la misma forma que pueden crear esperanza y bienestar, también pueden  desestabilizar, “normalizar” actitudes discriminatorias  e incitar a la violencia.

El lenguaje verbal y gestual de un gobernante debe ser fiel a la investidura del cargo, que le exige la responsabilidad de comunicar con sabiduría, liderazgo y respeto porque además de influir en el rumbo en el país, un gobernante es vitrina y hasta referente para las nuevas generaciones, que apoyadas hoy día por los avances tecnológicos tienen a su alcance los mensajes, comportamientos, gestos, formas  y palabras que el Gobernante transmite.

Las palabras de un Gobernante, por lo tanto, deben ser para  inspirar, educar y unir,  no para sembrar división, odio y confrontación, donde lejos de buscar consensos y bienestar se  utiliza la investidura presidencial para lanzar discursos cargados de descalificación y falta de respeto. Discursos caracterizados por un lenguaje inapropiado, ataques personales con un tono burlesco, agresivo y autoritario mediante el uso de gritos y gestos exagerados e inadecuados, absolutamente, fuera de lugar que buscan proyectar una sensación de superioridad y control para generar euforia y emociones en su audiencia. Se recurre principalmente a la desinformación, a la post verdad, al miedo, a la indignación y al resentimiento, para desviar  primordialmente la atención de los problemas reales del país.

En lugar de presentar ideas con argumentos racionales y sustentados, ofrecer soluciones concretas, se opta por insultos, burlas y amenazas contra la institucionalidad, los otros Poderes, opositores políticos, periodistas, líderes sociales, e incluso ciudadanos. Uno de los grandes peligros del impacto de las palabras de un Gobernante es su capacidad de polarizar  y dividir a la sociedad, las palabras desde el poder fomentan las divisiones generando desconfianza y resentimientos entre los ciudadanos debilitando además las Instituciones democráticas, debilitando nuestro Estado de Derecho, pilar de nuestra paz social.

Sus seguidores se sienten legitimados para replicar esas mismas actitudes y pueden llegar a normalizar la agresión verbal como una forma legítima de comunicación, bloqueando el diálogo e impidiendo construir acuerdos que promuevan la paz y la sana convivencia; tal como, se evidencia en las redes sociales.

Las palabras deben utilizarse  siempre  como  el puente hacia el entendimiento.  Un  país no puede  ni podrá prosperar cuando su Gobernante  utiliza  y transforma el poder de las palabras en un arma de agresión.

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