La palabra como herramienta o como arma: el desafío democrático de nuestro tiempo

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La palabra como herramienta o como arma: el desafío democrático de nuestro tiempo
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En los últimos tiempos, hemos sido testigos de un fenómeno preocupante que afecta directamente el corazón de nuestra democracia: la creciente violencia verbal y los constantes ataques a la institucionalidad por parte de quienes hoy ostentan el poder. Lo que debería ser un diálogo abierto y constructivo entre gobernantes y ciudadanía, se ha transformado, en muchas ocasiones, en un discurso cargado de descalificaciones, amenazas e irrespeto hacia los medios de comunicación, las organizaciones sociales y los órganos de control. Esta forma de ejercer el poder no es nueva en el mundo, pero en un país como Costa Rica, con una tradición democrática sólida, resulta especialmente alarmante.

Las palabras de quienes nos gobiernan no son simples comentarios al aire. Son mensajes que calan hondo, que moldean percepciones y que terminan permeando el comportamiento de la población. Cuando desde el más alto nivel del Poder Ejecutivo se normaliza el insulto, se promueve la desconfianza y se ataca a las instituciones que velan por la transparencia y el equilibrio de poderes, se siembra una semilla peligrosa: la creencia de que la democracia es un obstáculo y no un valor a defender.

La violencia verbal de los gobernantes se convierte, tarde o temprano, en violencia social. Una sociedad que pierde el respeto por sus instituciones es una sociedad que camina sobre un suelo frágil, cada vez más cerca de la polarización y la confrontación.

En ese contexto, el papel de la radio y de los medios de comunicación es más importante que nunca. La radio, por su inmediatez y su cercanía con la gente, tiene la responsabilidad de ser un espacio donde la libertad de expresión e información florezca, pero también donde el respeto, el análisis serio y el debate informado marquen la pauta. Defender la libertad de expresión no es defender el insulto o la difamación, es defender el derecho de toda persona a estar informada, a cuestionar, a proponer. En una época de ruido, desinformación y discursos incendiarios, la radio debe ser el faro que oriente hacia el diálogo y el pensamiento crítico.

Que no nos quede duda: una democracia fuerte y eficaz necesita instituciones sólidas, gobernantes respetuosos y medios de comunicación valientes. En tiempos de crisis, la radio no puede guardar silencio. Al contrario, es cuando más debe alzar la voz, porque cuando se apaga la voz de la radio, se apaga también una parte de la voz del pueblo.

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