Llenemos la vida de esperanza
No es la ciencia ni su hija la tecnología, el centro del universo, sino la persona humana, dotada de inteligencia, corazón y voluntad. Solo ella posee principios, valores, ideas y vida interior. Todos los demás aportes de las disciplinas mencionadas son añadidura. A pesar de la enorme importancia que tienen, no desplazan el primer lugar de la persona humana, creadora también de conciencia ética.
Pase lo que pase en el mundo, démosle un mayor sentido a la vida y un mejor aprovechamiento del tiempo, que solo pasa una vez. Como ya se sabe, nos faltan muchas cosas, humanas y espirituales, principalmente amor al prójimo, justicia, unidad y paz.
Al menos dejémosles un ejemplo de lucha a las generaciones venideras, para que no se dejen arrastrar por los decaimientos y los fracasos. A veces las derrotas vienen mezcladas con las victorias.
En cuanto a los sentidos y sus complacencias, evitemos el mal uso de la libertad. A estas generaciones les aconsejamos luchar, vencer, comenzar y recomenzar. Quien no lucha no es feliz. Como les decía a sus alumnos de periodismo el escritor José Marín Cañas: “Vivir es joderse”. No es una palabra culta, pero sí muy cierta. Luchar es la clave del hombre, pese a las derrotas. Siempre será mejor emprender de nuevo el camino.
Este es un mundo asediado por la imaginación, calificada por Aristóteles como una fuga loca. Peor sería si esa imaginación fuera reforzada por el permisivismo, el desenfreno de los sentidos, el irrespeto, la liberad ilimitada y la violencia, dirigidos, sobre todo, contra la mujer. Ante todo ahora, en esta época, en que la tecnología pasó a convertirse en un negocio millonario, tanto en Estados Unidos como en China (Facebook y Huawei) ¿Sería positiva esta realidad que nos presenta la tecnología?, ¿o existirá una realidad más positiva y cimentada en la justicia, la solidaridad y la paz?
Como dice el poeta Antonio Machado: “Cada caminante siga su camino”. Y afirma Georges Gusdorf, filósofo francés: “Por la palabra llega el hombre al mundo y por la palabra llega el mundo al pensamiento”. Ya destaca este autor el valor de la palabra en la existencia del hombre. Procuremos que uno y otro nos deparen un camino como el indicado, de amor, de solidaridad y de esperanza.
En lo atinente al valor de las palabras, es una tarea a emprender en escuelas y colegios. Los costarricenses no sabemos hablar. No nos llamemos a engaño, y esto se puede corregir desde los centros de educación. Busquemos la forma de conseguirlo. Aprendamos a levantarnos y a llenar la vida de esperanza.
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