Abramos las puertas del corazón
Para evitar odios, venganzas y vivir en paz personal y social, el país está esperando una nueva convivencia, aquella marcada por el sello del servicio, respeto y la generosidad. Estas son virtudes humanas muy propias del costarricense, y a veces escondidas. No tengamos vergüenza de echarlas a volar, como en ocasiones pasa con la fe, con frecuencia oculta en el alma. Lo que se tiene debe vivirse, lo que se posee se vive y crece. Nadie niega lo que existe, lo que es.
Por ejemplo, abrigamos la esperanza de que mañana sea mañana, pensamiento positivo con el que nos dormimos noche a noche. Es un deseo inserto en la vida, siempre henchida de esperanzas.
La tristeza del mundo es la muerte del corazón. Tengámoslo presente: si vivimos con alegría y optimismo, es porque metemos cabeza y corazón en nuestras obras y acciones. Es el sello del bien y del amor. Luchemos también para que en nuestra vida no haya vacíos por llenar. Unos y otros siempre ambicionamos algo, esté lejos o cerca de encontrar; unos lo encuentran y otros no. Después se quejan de haber desperdiciado el tiempo, que pasa tan veloz como el viento.
El remedio es el de siempre: luchar. Todo cuenta y todo vale. Lo que tenemos entre manos no lo olvidemos; es el tesoro de la vida que nos ha sido dado. Aumentarlo es nuestro deber; no hay sustitutos.
Por eso debemos actuar siempre. Aprendamos a vivir: abramos las puertas del corazón, así seremos más felices. Si así lo hacemos, llevaremos al país y al mundo la alegría que necesitan.
Como ya se sabe, el alma es inmortal y la vida no se acaba aquí en la tierra, mas tenemos dos caminos: uno conduce a la vida eterna y el otro a la nada. Por tanto, escojamos el mejor. Asimismo, no olvidemos tejer una nueva vida, más llena de trabajo y paz.
Finalmente, abramos las puertas del corazón. Que junio sea para todos un mes de esperanzas y alegría.
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