Conciencia del bien y del mal

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Conciencia del bien y del mal
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En un mundo de incertidumbres, con sociedades que pierden sus más sólidos valores y en las que el constante cambio socava las raíces y valores más profundos, debemos tomar conciencia sobre esos derechos que protegen y fortalecen la dignidad humana.

Cuando la confusión hace mella en derechos fundamentales y se pretende acabar con valores morales y éticos, el ser humano debe responder desde lo profundo de su corazón, desde lo más íntimo de la razón: su conciencia.

La objeción de conciencia, lamentablemente manoseada en muchas ocasiones, es el real derecho que el ser humano tiene para oponerse a una ley que considera mala desde las convicciones que tiene, sean religiosas, culturales o racionales.

Incluso, la Declaración Universal de Derechos Humanos, en su artículo 18, afirma que toda persona tiene derecho a la libertad de conciencia. Por tanto, no es un derecho para unos o para otros, no es un derecho para creyentes o no creyentes, sino un derecho para todos los seres humanos.

Privilegiar la objeción de conciencia es de elemental importancia en una sociedad moderna: nadie debería obligar a un ser humano a hacer algo que sea considerado por esta persona como un mal gravísimo y que es incompatible con su conciencia.

Desde el Catecismo de la Iglesia Católica se hace hincapié en que la conciencia moral está presente en el corazón de la persona, y le ordena, en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal.

Desde la luz de la razón, también podríamos iluminar este principio, para actuar y decidir sobre hacer el bien o el mal.

Cuando el derecho a la vida, siendo el derecho más importante de todos, se ve opacado en el mundo por nuevas legislaciones, decretos o reglamentos, sólo queda la objeción de conciencia como último bastión para dejar salvas las convicciones más propias y profundas.

Aunque a muchos no les guste oírlo, de la defensa de la vida depende el futuro de la sociedad humana. En la actualidad, de una verdadera y recta conciencia depende ese futuro.

Recientemente, decía el Papa Francisco en su Encíclica “Hermanos todos”: “Para que una sociedad tenga futuro es necesario que haya asumido un sentido respeto hacia la verdad de la dignidad humana, a la que nos sometemos. Entonces no se evitará matar a alguien sólo para evitar el escarnio social y el peso de la ley, sino por convicción”.

Hay situaciones en la vida que, desde la razón, la convicción y lo que llamamos conciencia, están mal, aunque se inscriban en una ley. Hasta el diccionario da claridad sobre lo que es la conciencia.

La objeción de conciencia exige actuar con responsabilidad para distinguir el bien del mal, y actuar de acuerdo a las propias convicciones.

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