Creer o no creer…
Prácticamente todos conocemos el cuento de “Pedrito y el lobo”: aquel personaje que quería divertirse con bromas y mentiras en la aldea en que vivía. Igualmente conocemos también el fatal desenlace que tuvo este cuento, ante tanto mentir una y otra vez, la gente que al principio le creía a Pedrito, un día dejó de hacerlo, y ya fue muy tarde para decir la verdad o peor aún, para creer que en esa última ocasión su decir era cierto.
Algo así nos pasa en Costa Rica; son variados los estudios que nos reflejan la falta de credibilidad que la inmensa mayoría de los costarricenses tienen en la clase política, en unos más que en otros; pero también nos hemos desencantado de un sector de la prensa, lo cual, como periodista, lamento profundamente el estado tan venido a menos de tan noble e importante profesión en nuestro país.
No sé si será muy tarde en nuestra nación para buscar toparnos con la verdad o si aún seguimos escuchando mentiras, las seguimos creyendo y seguimos como se dice popularmente “pateando el balde” antes de que ocurra un fatal desenlace.
Lo cierto es que estamos rodeados de muchos “pedritos” y de muchos “lobos”. Muchas veces se nos ha advertido sobre la corrupción, muchas veces también se nos ha advertido sobre la impunidad, muchas veces se nos ha advertido del daño que hacen la corrupción y la impunidad en la función pública… se nos ha advertido también de la confianza cada vez más desinflada en nuestras instituciones y se nos ha advertido del peligroso resquebrajamiento de la confianza hasta en nuestra democracia.
El asunto es que parece que solo escuchamos los gritos de “Pedrito” a la distancia… no nos involucramos, y no tomamos acción como sociedad, como nación.
Muchos sectores de la sociedad claman por auxilio y no se les presta la atención debida.
Según el cuento, la gran genialidad de “Pedrito” era divertirse a costillas de la gente, haciendo burlas y mintiéndole. Por supuesto que, para cuando el “lobo” realmente llegó muchas fueron las pérdidas a pesar del arrepentimiento de “Pedrito”.
Con este comentario y alusión al cuento, después de décadas de promesas vacías y ante la necesidad de transformar nuestra realidad, llegamos a un punto en el cual ya no sabemos en qué creer ni a quién creerle. Esto obliga, por razones obvias, a una concientización profunda en todos los sectores de nuestra sociedad, antes de que el “lobo” termine acabando con Costa Rica.
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