Cultura de paz
Aunque pareciera que en este nuestro mundo característicamente convulsionado es imposible alejarnos de todo tipo de violencia, lo cierto es que si deseamos poner en vigencia un mundo de paz, perfectamente podemos lograrlo.
Ahí tenemos el ejemplo de esos grandes héroes de la Paz como Jesús, quien, a pesar de ser perseguido, lo brindó todo en aras de sus semejantes; Teresa de Calcuta, quien vivió por los más necesitados con un amor inconmensurable; Martin Luther King, luchador incondicional contra esa incesante pandemia de la discriminación; Juan Pablo Segundo, el papa peregrino de la paz; Ghandi, con su emblemática lucha por los derechos humanos sin utilizar la violencia o Rigoberta Menchú, incansable luchadora de la paz en los pueblos indígenas.
Muchos los escucharon; siguieron sus filosofías de paz; creyeron en sus propósitos de vida y hoy muchos siguen emulando esas acciones a favor de un mundo más pacífico. Esto confirma que la humanidad tiene la capacidad y responsabilidad de transformar la amenaza en desafío. Por eso, hoy nos compete a nosotros, con nuestras pequeñas o grandes acciones, seguir construyendo una sociedad en donde el odio, el miedo, la inseguridad o la apatía queden de lado.
Necesitamos anteponer el trabajo, la voluntad y la educación para reforzar, sólidamente, valores, actitudes y estilos de vida no violentos; que respeten el derecho de las personas a una existencia pacífica y segura dentro de su comunidad como un elemento clave para construir la paz. Definitivamente los problemas pueden ser resueltos por personas e instituciones que aprenden nuevas actitudes y comportamientos, y que actúen con espíritu de solidaridad, tolerancia, colaboración y armonía.
Llegó la hora de ponerle un alto al hecho, absolutamente inhumano, de no poder vivir con tranquilidad por la proliferación de asaltos, asesinatos, violencia, xenofobias o indiferencias. No podemos seguir caminando por este sendero de la cultura de muerte, inseguridad o apatía ciudadana.
La cultura de paz supone el diálogo y conocimiento de los otros mediante el amplio y libre flujo de ideas, por lo cual es indudable que los medios de comunicación pueden dar una contribución capital a una cultura de paz al divulgar información sin violencia y con sentimientos tanto de comprensión como de respeto hacia el prójimo. En este sentido, confiemos en la potencialidad educativa de los medios de comunicación para transmitir valores inspirados en el respeto de la vida y la dignidad de los humanos y motivar a la cooperación para consolidar esta imprescindible cultura de paz.
Pero, también, confiemos en que cada uno de nosotros, desde nuestros diferentes ámbitos, y con absoluto compromiso, hagamos patente este humanista y cívico propósito de impregnar de paz las venas sociales de nuestra Costa Rica.
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