Diógenes y el plato de lentejas

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Diógenes y el plato de lentejas
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Un día, estaba Diógenes comiendo un plato de lentejas, sentado en el umbral de una casa cualquiera.

No había ningún alimento en toda Atenas más barato que el guiso de lentejas. Dicho de otra manera, comer guiso de lentejas significaba que te encontrabas en una situación de máxima precariedad.

Pasó un ministro del emperador y le dijo: «¡Ay, Diógenes! Si aprendieras a ser más sumiso y a adular un poco más al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas».

Diógenes dejo de comer, levanto la vista, y mirando al acaudalado interlocutor intensamente, contesto: «Ay de ti, hermano. Si aprendieras a comer un poco de lentejas, no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador».

Este es el camino de Diógenes. Es el camino de autorrespeto, de defender nuestra dignidad por encima de nuestras necesidades de aprobación.

Todos de alguna manera necesitamos la aprobación de los demás. Pero si el precio es dejar de ser nosotros mismos, no solo es demasiado caro, sino que además se convierte en una búsqueda incoherente: empezamos a parecernos a aquel hombre que buscaba su mula por todo el pueblo, mientras iba cabalgando… su mula.

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