El difícil reto de la identidad partidaria
Cuenta una leyenda griega que en una oportunidad Teseo regresaba de la isla de Creta, junto con su tripulación, en un barco bastante antiguo. Durante el largo camino, la embarcación se fue dañando poco a poco. Cada daño era reparado por los tripulantes, quienes reemplazaban la pieza rota por una en mejores condiciones o, en ocasiones, reciclada, y estas eran colocadas en partes diferentes del barco.
Cuando Teseo y sus tripulantes llegaron a puerto, el barco había sido completamente modificado, no quedaba una sola pieza que fuera del navío en el que salieron de la, o estas estaban colocadas en lugares distintos, donde cumplieron una nueva función. Esta leyenda da origen a la paradoja que se basa en hacerse la pregunta de si después de haber sido reemplazadas todas las partes que conforman un objeto este puede seguir considerándose el mismo o pasa a ser otro.
Podemos hacernos la misma pregunta con relación a nuestros partidos políticos. Después de tantos cambios para intentar acomodarse a la conveniencia político-electoral, ¿Seguimos hablando de los mismos partidos o se trata de otros completamente distintos aunque se llamen igual?
¿Queda algo de socialdemocracia en Liberación Nacional a pesar de la toma de la mayor parte del partido por un ala de la derecha conservadora? ¿Existe todavía compromiso con las banderas del socialcristianismo en un PUSC cada vez menos interesado en garantías sociales? ¿Quedaron solo en el discurso los valores de ética, transparencia y honradez con que PAC hizo su irrupción en la vida política? ¿Se esfumó el libertarismo del Movimiento Libertario para dar paso a una suerte de liberalismo mal entendido y peor aplicado en la práctica? Esto, por no hablar de los pequeños barcos que se desprendieron de los más grandes, y originaron marcas, más que partidos, con mayores similitudes a trampolines de uso temporal que a organizaciones políticas serias. Unas con mayor éxito que otras, pero igualmente creadas a partir de piezas desprendidas o desechadas de una o varias embarcaciones mayores.
¿Cómo crear identidades partidarias y sentido de pertenencia en la ciudadanía si las organizaciones cambian las tablas del barco sin ninguna estrategia excepto el pulso mediático y las ansias de protagonismo? ¿Cómo diferenciarse de las otras fuerzas políticas, si todas compiten por tratar de quedar bien con todos al mismo tiempo, ocasionando precisamente el efecto contrario?
¿Cómo generar confianza en la ciudadanía y dejar la apatía electoral a un lado si lo único que no se toca de los viejos barcos políticos son las tripulaciones comandadas por los mismos añejos capitanes y oficiales de marina dispuestos a seguir al mando a cualquier costo?
Quizás las respuestas no sean del agrado de quienes viven de las campañas políticas. Lo cierto es que nos urge sentido de responsabilidad, consistencia y respeto por el sistema democrático. De seguir como estamos, nos espera una tormenta que difícilmente nos llevará a buen puerto.
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