El hombre fue hecho para trabajar
El hombre fue hecho para que trabajara, no para vagabundear por el mundo. Así lo quiso el Creador, así lo está escrito en la Biblia, no es una salida personal, menos un regaño. Si alguno se anima a enderezar esta voluntad superior, están en su derecho. Lo que no nos corresponde es decir hasta dónde llega esta altísima voluntad. Bien decía un sabio que Dios sabe más que nosotros los seres humanos.
La única esperanza política está en que haya legisladores más apegados al trabajo y no a las complacencias. Es muy fácil legislar en un país donde se ha enraizado la mala costumbre de creer en la obligación del Estado de obsequiarlo todo: caminos, puentes, buenos sueldos, privilegios, incapacidades, permisos laborales o lo que sea.
Muchos creen en una democracia permanentemente dadivosa, complaciente, generosa y de manos abiertas. Una cosa es ser en exceso dadivoso y otra es sentarse a esperarlo todo del Estado.
Eso es una pésima costumbre de una sociedad civil llena de necesidades. Se nos olvida que vivimos en un país con niveles de pobreza alarmantes, del 20% y del 22%. Además, nos hemos malacostumbrado a medio hacer amistad con el vecino, lo cual desdice del buen corazón del costarricense, gracias en buena parte, a ciertos valores cristianos impartidos por la Iglesia, el hogar y la escuela.
No escondamos cuanto se tiene, que es mucho; pero no olvidemos el mandato divino de trabajar, de servir, de colaborar, de organizarse para socorrer a quien vive mal o para el arreglo de un camino, de un puente o de una acequia.
No se trata de criticar porque el Estado o la Municipalidad no lo hacen, se trata de acercarse para prestar un servicio. Estamos a tiempo de corregir tantos males, de ayudar a los pobres y de continuar, fortalecidos, con la democracia republicana y con el estado social de derecho imperantes.
No dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy, ser mejores.
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