El inicio del curso lectivo 2025 nos recuerda la descomunal tarea pendiente de salvar la educación pública
Seguramente sentirán maripositas en el estómago por la emoción de reencontrarse con sus compañeros y la promesa de disfrutar juntos las actividades del curso, conocer a nuevos docentes, estrenar útiles escolares y, con suerte, uniforme y zapatos. Para muchos estudiantes, representa también el regreso al comedor escolar, donde recibirán comida caliente y nutritiva.
Sin embargo, las mariposas en el estómago pueden tener causas menos alegres, como la inseguridad y el estrés de sentir que vuelven al aula sin las habilidades y los conocimientos básicos necesarios para el nivel al que ingresan. La pérdida de aprendizajes y el apagón educativo consecuencia de los prolongados cierres de aulas entre 2018 y 2021, no se han abordado adecuadamente. Tanto los estudiantes como el Ministerio desconocen el verdadero estado de los aprendizajes; los cambios improvisados y la falta de confiabilidad de las pruebas diagnósticas y las evaluaciones han permitido que los estudiantes avancen de curso con importantes lagunas y rezagos académicos.
Este ciclo escolar representa la última oportunidad para la administración Chaves Robles de resolver los complejos desafíos del sistema educativo. Por supuesto, es poco probable que se produzcan cambios significativos. No hay un plan claro, estamos en la recta final del gobierno y estamos estrenando ministro de Educación. La inestabilidad en la dirección del Ministerio de Educación Pública desde 2018, con 5 ministros diferentes en 7 años, ha dificultado enormemente la atención efectiva y con visión de largo plazo. A pesar de contar con una Política Educativa robusta desde 2016, centrada en la persona como eje del proceso educativo, la improvisación y falta de transparencia han predominado en estos años.
No podemos seguir fallando a nuestras generaciones más jóvenes y vulnerables. Aunque no es realista esperar milagros transformadores por parte del MEP en este año, cada inicio de clases es motivo de esperanza. Si cada docente renueva su compromiso con sus estudiantes y da lo mejor de sí, si las familias se involucran activamente en la educación de sus hijos y si cada director de centro educativo se propone crear un ambiente organizacional y académico óptimo, una buena parte del reto estará ganado.
El inicio del curso lectivo 2025 debe recordarnos la descomunal tarea pendiente de salvar la educación pública. Pero también, a quienes están diariamente a cargo de la formación de la niñez y la juventud costarricenses, les ofrece doscientos nuevos días con oportunidades para transformar sus mentes y sus vidas con el objetivo de que cada estudiante alcance su máximo potencial.
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