El ser costarricense
Valores como la solidaridad, la paz social, el bien común, por citar algunos, son característicos del ser costarricense. En tiempos de dificultad no debemos dejar que se nos escapen de nuestra sociedad, por el contrario, debemos, entre todos, hacer un esfuerzo por recuperar la nación que se forjó pensando en que era más importante invertir en educación y salud, en lugar de hacerlo en balas y tanques.
Nuestra vida democrática, siempre en permanente construcción, es también una razón más para que, lejos de divisiones, promovamos una cultura del encuentro en la que todos podamos vivir mejor bajo los colores blanco, azul y rojo de nuestra bandera.
Desde hace varios años, lamentablemente, queda la sensación de que los valores no importan, y si esto ocurre, entonces, ¿bajo qué cimientos sostenemos nuestra sociedad?
Si hay intereses particulares que sobresalen sobre los intereses nacionales no tendremos un futuro sustentable. Si queda la sensación de que hay gente que puede hacer lo que quiera, sin importar el bienestar de los demás, o más bien a costillas de los demás, el país simplemente se nos escapa de las manos.
Debemos desterrar cualquier interés mezquino que busca privilegiar algunas clases o grupos. Debemos hacer todos los esfuerzos para que el interés que prevalezca sea el de todos, no el de unos cuantos. Es preciso valorar todo aquello que se haga en función de dar bienestar integral, especialmente, si este alcanza a las clases más desprotegidas y que por años han estado en el abandono.
Es importante también que recuperemos la noción de justicia en nuestro país. Hay que eludir cualquier cabida a la impunidad, y dejar de ver como imposible que la justicia pronta y cumplida se puede realizar en Costa Rica.
Sigo insistiendo que por 30 o más años un modelo económico ha provocado vergonzosas cifras de desigualdad, pobreza y desempleo. Tenemos que poner un alto, hay que mirar de nuevo la esencia del ser costarricense, en función de que reduzcamos o hagamos desaparecer toda injusta diferenciación entre personas.
Asimismo, tenemos que volver a rescatar a la familia costarricense, la cual es la cédula fundamental de nuestra sociedad. Es necesario dar un sí definitivo a la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. Solo así podremos garantizar un futuro para Costa Rica.
Tras 200 años de vida independiente consolidemos la nación que se forjó alrededor de las garantías sociales y los principios de justicia de la Doctrina Social de la Iglesia, para cuidar de los derechos de los trabajadores. Sigamos confiando en el verdadero ser costarricense.
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