¿Hacia dónde nos conduce la intolerancia y la irracionalidad?
En la Costa Rica de hoy, la tolerancia y el respeto, otrora cimientos de nuestra convivencia democrática y paz social, parecen estar siendo reemplazados por el irrespeto y la intolerancia. Vivimos en una época donde las diferencias en ideas y creencias, en lugar de enriquecer el debate y fomentar el diálogo, nos separan.
Cada vez más, la irracionalidad, el irrespeto y el revanchismo, toman protagonismo en nuestras interacciones, especialmente entre los altos jeracas del Estado, reflejando una grave falta de reflexión y una peligrosa incapacidad para medir las consecuencias. ¿Costarricenses, estamos conscientes del rumbo que estamos tomando? ¿Este es el país en el que soñamos vivir?
La historia costarricense marca a nuestro país como símbolo de paz, de diálogo y de respeto. Sin embargo, cada día vemos como el irrespeto, gana terreno en los espacios públicos, desde algunas posiciones políticas, algunos medios de comunicación y las redes sociales. La diferencia es que en un país tan pequeño y con una democracia innegablemente debilitada, estas actitudes son peligrosamente devastadoras. Hoy en día, pareciera que muchos de nuestros conciudadanos, han olvidado los principios de la sana convivencia y optan irresponsablemente, por imponer sus opiniones sin tolerancia, sin respeto y sin medir las consecuencias.
La irracionalidad se manifiesta en el lenguaje agresivo y en la incapacidad de escuchar al otro, sin darnos cuenta, que este comportamiento se ha vuelto parte de nuestra cotidianidad, y no parece haber límites en el rechazo y el desprecio hacia los que piensan diferente. La falta de reflexión en torno a las consecuencias de esta actitud, nos está llevando a un punto de no retorno, en el cual la democracia se fragmenta, las instituciones pierden autoridad y los ciudadanos comienzan a sentir la desconfianza amarga del sinsentido.
La intolerancia, el irrespeto y el revanchismo son actitudes profundamente destructivas. La convivencia social y democrática exige acuerdos, consensos y una sana disposición al intercambio de criterios con el debido respeto. Cuando ignoramos estos principios, minamos las bases mismas de nuestra sociedad. Al permitir una escalada de hostilidad, no solo desvirtuamos el propósito de nuestra democracia; sino también se amenaza su misma existencia.
Por el camino que vamos, nuestros hijos y nietos heredarán un país políticamente confundido, con instituciones desgastadas y con una sociedad que, en lugar de unida, inconveniemente dividida. Esta visión, “alarmante”, es una posibilidad real si no la revertimos. Nos encontramos en un momento crítico que exige una reflexión profunda “ahora”, especialmente de nuestras altas autiridades, auqella electas en las urnas electorales.
Costa Rica ha sido ejemplo de paz y respeto. Es momento de evocar nuestro amor propio y nuestros valores fundamentales. Necesitamos asumir una postura activa en contra de el irrespeto, la intolerancia y el odio; recuperando especialmte el respeto como un principio no negociable.
La paz y la democracia no son legados automáticos; son conquistas diarias que requieren de nuestra voluntad y disposición al diálogo. Seamos ejemplo de una sociedad que valora la tolerancia, el respeto y la racionalidad. Actuemos hoy para garantizar la paz, el respeto y auténtica convivencia para las generaciones del mañana.
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