Hemos nacido para vencer
Terminó el mes de setiembre, mes de la Independencia. Son casi 200 años de una democracia catalogada como la primera de América Latina. Esto induce a amar el país y a conservar la convivencia en paz. Del mismo modo obliga a promover la libertad personal responsable y el sistema social de derecho. También obliga al comportamiento moral en todas las facetas o relaciones de la vida. Esto, a su vez, nos lleva a conservar los valores, definidos como expresiones, o concreciones o especificaciones del bien.
Cuando en la vida prevalecen los valores se vive mejor. Ejemplo de ellos son el respeto, la comprensión, el servicio, la compasión, la honradez, la solidaridad, la cooperación…
Esos valores o buenos hábitos conducen a tener propósitos, acciones, proyectos, empeños y metas. Asimismo, cuando la realidad existencial, ya sea personal, familiar o colectiva está asentada en valores, el desarrollo del país crece y se expande y beneficia a todos.
Por tanto, escuelas y demás instituciones educativas deben inculcarlos en los educandos, a fin de que el país cuente con una generación mejor preparada. Inserta esta semilla invisible, nace en el alma y, así, en la vida interior comienzan a brotar unos valores espirituales que conducen al descubrimiento de otra existencia.
No vivamos dominados por la pereza o la indiferencia, metidos en el pozo del egoísmo lejos de la generosidad y la entrega. Abrámonos a la maravilla de vivir. Si llevamos en el alma esta invisible pero operativa semilla, al menos seremos un ejemplo estimulante para los demás.
Los seres humanos gozamos de un futuro seguro que nos espera. Conviene vivir bien aquí para vivir mejor allá. A veces olvidamos el paso del tiempo, que transcurre como el ir y venir del viento. Como dice una canción mexicana: “y al verme tan solo y triste cual hoja al viento, quisiera llorar, quisiera morir de sentimiento”. Pero aunque haya dificultades para vivir, hemos nacido para vencer.
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