La cultura del miedo
Quizás no todos terminamos de entender dónde empiezan las cosas y dónde pueden terminar.
Lo cierto es que el estilo del Presidente Chaves y sus adláteres no ha sido entendido por todos. Puede ser que algunos, más bien, incluso disfruten de las expresiones de gradería de sol, de llenar de ofensas a quienes no se doblan y de insultar a todo el mundo. Es innegable que “trolles” y “bots” (perfiles repetidos y falsos, avatares y robots) se conjuran ante las expresiones choteadoras y maledicentes del Presidente y sus repetidores. En este aquelarre han terminado por amedrentar a muchos de quienes osan cuestionar, criticar o manifestar su inconformidad con las expresiones presidenciales, sus ínfulas y sus grotescas intentonas. ¡Allí empieza el asunto!
El caso es que, en este modo de actuar y expresarse, van deteriorando el sistema, porque usan sus baterías contra la Asamblea Legislativa, la Corte, la Sala Constitucional, la Contraloría General de la República y hasta la prensa.
Asimismo, se apoderan de expresiones de manera incorrecta, autoproclamándose “gobierno de la República” sin entender que la propia Constitución Política determina que el gobierno lo ejerce el Pueblo y tres Poderes (o sea, el Ejecutivo no es sino una parte, que debe entender la división de poderes y sus consecuencias). Por tal enredo mental, por ejemplo, es que una ministra sale muy oronda a decir que “al gobierno de la República no lo afecta el voto de censura contra la Ministra de Educación”. La verdad es que cualquiera en sus cabales sí entendería que el Gobierno no es solo el Ejecutivo y que un voto de censuro encierra una gravedad constitucional, una falta muy recriminable.
Igualmente, llamar a la Asamblea Legislativa con el despectivo mote de “caja de leche” no evidencia sino una ignorancia máxima de las normas constitucionales y una ofensa generalizada a todo el sistema republicano y a todos los diputados, incluyendo a los suyos.
No obstante, tal uso chabacano y choteador del micrófono presidencial, aunado al coro incondicional e irracional de ofensores que respaldan tal forma de actuar (que desdichadamente se ha apoderado de redes sociales incluyendo comunidades y grupos que a veces terminan por frustrar los motivos de su existencia, ante la ola de matonismo que exhiben los chavistas) poco a poco va desembocando en algo que vas más allá de la cultura del odio. ¿Por qué? ¿Acaso no pretenden meter miedo, callar a los demás, hacer pagar un caro precio en denuestos y ofensas a quienes osen expresar su discrepancia? ¿Acaso no han sido explícitos en matonerías, cierre de negocios y difamación con falsos motivos tributarios de quienes ejercen su derecho a la expresión?
La matonería y el odio manifestados por ese estilo de hacer las cosas ha despertado bajas pasiones y es indudable que pretende callar a los demás, sin razones ni argumentos, únicamente con los indicados odio y miedo.
¿Nos callaremos todos o tendremos el valor de seguir buscando la verdad?
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