La educación privada debe ser motor de cambio
Albert Einstein señaló que las crisis resultan para el ser humano una decidida bendición, pues quien las vive, puede extraer de ellas progreso y potencializar la creatividad. De él también es la famosa frase “no pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo”.
En el sector educativo hemos vivido experiencias y retos muy interesantes. Aunque algunas instituciones veníamos trabajando paulatinamente la incorporación de la tecnología a los procesos educativos, a partir de la declaratoria de emergencia nacional, con motivo de la pandemia en marzo, 2020, debimos convertir nuestra experiencia de salón de clases en una virtualidad absoluta. Hubo que estudiar. Asumimos posturas que representaron una dinámica totalmente nueva, no solo en la forma de impartir las clases sino también en los esquemas evaluativos.
Vimos la necesidad de potencializar la competencia digital en todos los actores del proceso educativo. Aprendimos que la distancia obligada e impuesta del claustro educativo, no solo afectó en mucho el desarrollo socio-emocional del estudiante, sino que también generó una merma educativa, lo cual nos obligó a seleccionar e impartir solo la materia fundamental y trascendente; pero también aprendimos de la capacidad de autogestión para formarse que tiene el ser humano.
Cuando digo “hubo que estudiar” es que no solo tuvimos que ponernos al corriente de las distintas herramientas digitales y adaptarlas al proceso de la enseñanza, sino que algunos aprovechamos para certificarnos en temas tan importantes como neuroeducación y gestión de la virtualidad en la docencia. Quien no sabe cómo el cerebro aprende no es capaz de definir los mejores recursos metodológicos para enseñar. Asimismo, quien no sabe enseñar en el entorno virtual estará desaprovechando la oportunidad de impactar a su estudiante de forma positiva.
Creo firmemente, que gran parte del sector educativo privado logró sacar la faena. No solo salimos airosos de este significativo evento llamado COVID y sus efectos, sino que venimos entendiendo y poniendo en práctica la transformación que está sufriendo la educación en el mundo, al pasar de un modelo de enseñanza tradicional, dominio del conocimiento por el conocimiento, a un modelo competencial donde lo trascendente, aparte del conocimiento, es que nuestros estudiantes desarrollen las competencias, destrezas y habilidades necesarias para lograr que ellos tengan una sana y efectiva inserción en la sociedad.
Lo hemos hecho bien. Trabajamos en pos de una mejora continua y sistemática de la calidad de la educación costarricense y para hacer de este un propósito nacional, debemos articular un encadenamiento entre el sector educativo público y privado y por supuesto debe permitirse que la educación privada siga ese proceso de consolidación y desarrollo.
Deben eliminarse las amarras y aceptar su autonomía según derecho constitucional -voto 3550-1992 de la Sala Constitucional-. La educación privada en estos tiempos debe ser motor de cambio. Esta debe considerarse como uno de los elementos estratégicos que puede dinamizar la educación costarricense
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