La empatía nos vuelve más humanos

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La empatía nos vuelve más humanos
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¿Cuántas veces hemos estado preocupados o angustiados, y nos hemos encontrado con alguien quien, simplemente con una mirada, un abrazo, un gesto o una palabra oportuna, ha hecho que nos sintamos mejor?  En este caso, la capacidad empática de esta persona es la que ha contribuido a nuestra mejoría. Pero, ¿tenemos nosotros también esta capacidad de comprender los pensamientos y las emociones ajenas, de situarnos en el lugar de los demás y compartir sus sentimientos?

No se trata de un don especial con el que nacemos, sino de una cualidad que podemos desarrollar y potenciar. El problema es que la falta de empatía es quizás, actualmente, uno de los mayores males de la humanidad, esto por cuanto ella campea en los actos más cotidianos o trascendentes de la vida.

Por ejemplo, se está incentivando la falta de empatía cuando tendemos a interrumpir mientras nos están hablando como si fuéramos expertos quienes nos dedicamos a dar consejos en lugar de intentar sentir lo que el otro; cuando en los medios de comunicación cada día observamos como de las noticias trágicas se hace un espectáculo, o cuando en el ambiente familiar o laboral se busca el beneficio particular a sabiendas de que un trabajo en equipo podría generar mayores logros…

En fin, desde esta posición, si el dolor es de los demás, si los problemas son de los otros, si las necesidades son del vecino, si las dificultades sociales no me perjudican directamente, si lo que tengo que hacer es esforzarme por conocer al otro, entonces no interesa. Esto, definitivamente, es caer en la posición extrema de incrementar la apatía como una plaga social y cultivar sembradíos de desesperanza.

No obstante, aunque para algunos parezca una utopía, el logar fomentar la empatía en aquellos quienes han hecho del desprecio a la vida ajena su bandera, es una misión posible, pues siempre ha habido, y habrá, quienes quieran escuchar, quienes quieran cambiar, quienes deseen incrementar el respeto, la tolerancia y solidaridad hacia los demás…

Por ello, debemos volver a hacer de cada uno de nosotros seres quienes se conmuevan de su entorno; reprueben los actos de violencia e injusticia, y se sensibilicen ante los padecimientos o las carencias del otro; pues la empatía nos vuelve más humanos; nos hace preocuparnos por nuestro entorno; nos permite vivir en sociedad más coherentemente y nos ayuda a reconocer una dignidad en la vida de cada humano.

En consecuencia, cuando aprendamos a ver con una mirada más empática a nuestros semejantes, quizás lleguemos a la conclusión de que lo único racional que nos queda por hacer es asumir, precisamente, nuestra condición de seres constituidos para la sana convivencia.

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