La exposición fotográfica “La oscuridad de la luz”
Abierta actualmente en el TEC, en Cartago, cuyo objetivo fue el traducir a lenguaje visual, los resultados que arrojara la investigación teórica acerca del tema “El abuso de menores por parte de sacerdotes católicos”.
Solo en España, la Defensoría del Pueblo estimó en más de 440.000, las víctimas. En Francia, se estima en 330.000 incluyendo los abusos cometidos por catequistas. A estos se deben sumar miles de casos amplia y detalladamente documentados en otros países del mundo, incluyendo Costa Rica.
La mayor parte de las víctimas tienen entre 10 y 15 años; provenientes de familias de escasos recursos con ausencia de una figura paterna. El modus operandi es comúnmente el mismo: los sacerdotes ofrecen a las madres oportunidades para educar a sus hijos, se acercan a sus víctimas convirtiéndose en una figura paterna y una vez ganada su confianza perpetran el abuso. Muchos de los abusos se dan de manera continuada por largo tiempo, consolidándose entre el abusador y la víctima, un verdadero control emocional que dificulta a su vez la búsqueda de ayuda o la denuncia.
En la investigación se revisaron casos en los que ante denuncia, la Iglesia ofrecía una indemnización a cambio de la firma de un acuerdo de no divulgación, procediendo al traslado del sacerdote, evitando que el caso llegara a la justicia penal y facilitando la reincidencia en otra localidad. A partir del año 2002, año en el que el Boston Globe denunció muchos casos en Estados Unidos, que finalmente fueron condenados penalmente, las denuncias a nivel mundial no han dejado de salir ala luz.
El querer evitar el tema, el prohibir o minimizar las críticas a estos delitos, alegando que se daña la imagen del colectivo eclesiástico que en su mayoría son buenas personas. Equivaldría a prohibir o minimizar las denuncias de femicidio o las críticas a los hombres que abusan y violan mujeres, alegando que la gran mayoría de hombres somos buenas personas y se podría dañar la imagen del colectivo masculino.
Aplaudo el que el pasado 29 de setiembre, el Papa Francisco hiciere un llamado a los obispos a no encubrir los abusos. “El mal no puede ser ocultado, debe ser revelado, conocido (…) Que se sepa. Y que el agresor sea juzgado, ya sea laico, sacerdote u obispo…”
Las fotografías invitan al rechazo del abuso de menores, y al encubrimiento. Los símbolos de la Iglesia utilizados representando el calvario y dolor que estos jóvenes han tenido que vivir en manos de depredadores sexuales. Los que ensucian nuestra Iglesia Católica son aquellos que cometen crímenes y quienes los encubren.
Esos son los verdaderos monstruos. Sus actos son impúdicos, inmorales, y criminales. Hago, por medio del arte, un llamado a, con responsabilidad, buscar la verdad.
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