La mujer del César no solo debe ser honrada, sino parecerlo
La sociedad costarricense continúa atravesando una polarización que lejos de perder fuerza, adquiere nuevos bríos y se extiende a muchos otros escenarios dentro de la misma sociedad.
No solo es una polarización política, marcada profundamente en varias de las últimas elecciones nacionales; no es solo una polarización entre los que llaman conservadores y los que no; ojalá fuera una polarización por afición deportiva… lo cierto es que casi, sobre cualquier tema, el país se divide.
Las últimas disputas han sido entre un sector de prensa denominada, por algunos, “canalla”, y un sector del Gobierno; entre la misma prensa se vienen dando las disputas y hasta se descalifica solo por el simple hecho de no pensar igual.
A nivel político, vemos también la polarización entre los Poderes de la República, discursos van y vienen, esta no se resuelve con un café o en una reunión pues como dicen algunos diputados, ya las relaciones están bastante erosionadas con el mandatario Rodrigo Chaves.
Lo cierto es que, en una democracia, lo normal es disentir, lo normal es tener la libertad de expresar lo que se piensa; desde luego, hacerlo con respeto es la clave para consolidar este modelo del cual, todavía, sentimos orgullo.
Pero, más allá de palabras, ocupamos hechos. ¿De qué sirve que no se reflejen estas erosiones si al final el pueblo sigue pagando los platos rotos?
Mientras unos se ofenden por solo palabras, ocupamos hechos que demuestren que nuestra democracia funciona en el balance de poderes, que permita sacar al país adelante y que no sea para sacadas de clavo.
Mientras la pobreza sigue creciendo, especialmente en las zonas más alejadas del Gran Área Metropolitana, según la última Encuesta Nacional de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos, algunos actores políticos andan exigiendo disculpas. Y eso que tienen medio año en el poder.
Ocupamos que más allá de esos gestos de pedir respeto a la investidura de un cargo; los que ocupen ese cargo deben actuar en consecuencia con el mandato del soberano. Que se lleven bien o mal, en apariencia, es lo de menos. Ocupamos que actúen bien, a conciencia con las obligaciones que exige la Constitución Política.
Como dice el refrán, la mujer del César no solo debe serlo, sino parecerlo. El respeto a la investidura y no solo hablo de los políticos, se demuestra con hechos en favor de los grandes valores bajo los cuales todos queremos estar cobijados: democracia, libertad de expresión, igualdad, bien común…
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