¡La vida de Jesucristo!

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¡La vida de Jesucristo!
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Desde su nacimiento, pasión, muerte y  hasta su resurrección, fue un constante escenario de definiciones, de decisiones.

Estar delante de la presencia de Jesucristo, el hijo de Dios, no es solamente para contemplarlo, admirarlo u ovacionarlo.

Su presencia demanda definirse con claridad frente al desafío que cada acto de vida y cada una de sus enseñanzas, le lanzó a todos aquellos que de alguna manera tuvieron que ver con Él.

Así ocurrió frente al anuncio de su advenimiento a esta tierra, José y María tuvieron que decidir si colaboraban o no ante el desafío de participar activamente en el proyecto de Dios para traer salvación a la humanidad.

Lo mismo ocurrió con el anuncio de su nacimiento: Los pastores que recibieron la noticia de unos ángeles, los sabios de oriente que recorrieron cientos de kilómetros para ver al niño. Todos ellos debieron decidirse ante el anuncio providencial y sobrenatural de la encarnación del Hijo de Dios.

Contrariamente a lo que la celebración tradicional le ha adjudicado, esta Semana Santa debe ser, no sólo un asunto de reflexión, recogimiento y renovación, sino también un tiempo transcendentales decisiones.

La primera Semana Santa, fue un tiempo de una intensa batalla, en la que se decidiría el futuro, la eternidad de todos los seres humanos, el destino y la eternidad de cada uno de nosotros.

Cada paso que Jesús dio en el camino hacia el Gólgota, hacia la cruz, significó una oportunidad para definiciones de parte de hombres y mujeres, autoridades judías y romanas, de parte de religiosos y no religiosos.

La máxima manifestación que Jesús hizo sobre su amor hacia la humanidad se resume en la declaración que hizo a sus discípulos días antes de su crucifixión: “El amor más grande que uno pude tener es dar su vida por sus amigos”.  Jesús llevó al extremo, hasta las últimas consecuencias, entregar su vida por sus amigos, entregar su vida en sacrificio en la cruz para la salvación de toda la humanidad.

En esta Semana santa, debemos recordar que la cruz en la cual Jesús fue inmolado, no fue sólo un regalo de Dios al ser humano.  La cruz se presenta como un desafío para todos, hombres y mujeres.  La cruz es un llamado, una invitación de Dios a toda la humanidad para que decidamos que vamos a hacer con su nuestra vida.

Es un llamado a decidir qué vamos a hacer con ese Jesús que entregó su vida por nosotros en la cruz del calvario.

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