Lecciones del COVID 19
La pandemia COVID19 nos obliga a pensar una vez más, lo peligrosamente cerca que estamos de a llegar a los límites de lo que los científicos llaman el Antropoceno, es decir, una etapa de la evolución humana en la cual nosotros mismos nos hemos convertido en las principales causas de los impactos ambientales, políticos, sociales, culturales, y económicos que padece la tierra.
Aunque en otros momentos de la historia de nuestro planeta se dieron procesos de globalización, el actual es de una potencialidad y de unas repercusiones tan significativas que no puede encontrarse antecedentes comparables. Sin duda algún dicho proceso ha sido la principal fuerza motriz detrás del crecimiento vertiginoso del comercio mundial, la creciente diversidad de la producción, de la transformación tecnológica y la explosión del conocimiento y la información de indudables efectos sobre el desarrollo de regiones y países. Pero es importante señalar por otro lado, que, tal y como ha venido funcionado, lejos de contribuir a cerrar las brechas de pobreza, desigualdad social y territorial, y deterioro ambiental más bien está ampliándolas no solo en los países pobres sino en los más ricos.
COVID 19 ha dejado claramente al descubierto la siguiente premisa de supervivencia planetaria: o la globalización se humaniza o seremos testigos de aumentos significativos en la inequidad, la insolidaridad social, así como los riesgos ambientales que van a acelerar la imposibilidad de que transformemos la economía global y las nacionales hacia niveles crecientes de bienestar colectivo y de cohesión social.
En este sentido, esta pandemia nos advierte sobre la urgencia de caminar hacia un modelo de desarrollo global y nacional cuyo énfasis no esté centrado en una economía mercantilizada, especulativa e individualista, sino en principios básicos de corresponsabilidad y solidaridad social que permitan conciliar nociones de competitividad y generación de riqueza, sin renunciar a las aspiraciones de equidad y justicia redistributiva consustanciales al desarrollo integral de las personas.
Se trata de un compromiso ético de interés colectivo por la decencia hacia los humanos de hoy y del futuro. La crisis actual nos ha enseñado lo profundamente vulnerables e interconectados que estamos como especie humana. Que no se nos olvide. Estamos en el mismo barco. O salimos a flote todos o nos hundimos. Ricos o pobres.
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