Liderazgo empresarial: cambio de paradigma.
Las universidades están llamadas a evolucionar en la metodología de formar directores de empresas a partir de modelos tradicionales de gestión, que priorizan estrategias verticales, donde los altos mandos dan instrucciones a los subalternos de forma unidireccional. Esto debe evolucionar a un sistema horizontal, donde los colaboradores contribuyen con ideas creativas y los directivos o gerentes pasan a ser facilitadores en un entorno donde prospera la creatividad. El llamado hoy más que nunca a que la gestión se realice mediante modelos de aprendizaje innovadores, disruptivos y colaborativos.
Esta trasformación organizacional se catapulta en la era digital. Pasamos de apoyarnos en internet como la mejor herramienta para la comunicación global e investigación, al internet de las cosas, inteligencia artificial, computadoras cuánticas y redes neuronales. Contamos con capacidades de análisis y proceso de Big Data antes no imaginadas, como el próximo superordenador europeo Júpiter, el más rápido del mundo, capaz de realizar un billón de cálculos por segundo.
Ante este panorama, el flujo de información tiende al infinito y es una fortaleza para las empresas, donde es preciso fomentar el trabajo en equipo, la creatividad y distribuir las responsabilidades grupales creativas en toda la organización.
En la actualidad se requieren profesionales con características fundamentales en el liderazgo. Desde la academia debemos tener claro que los líderes pueden hacerse, porque toda persona es capaz de atender las necesidades y funciones que requiera una organización, reforzando las relaciones con sus pares y, conscientes que las nuevas direcciones de empresas deben surgir de una suma de valores.
Como lo estableció Robert Sutton, profesor de ciencias de la gestión en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Stanford e investigador en el campo de la gestión basada en la evidencia, desde 2010: los mejores jefes saben que su éxito depende de tener conciencia de sí mismos para controlar sus estados de ánimo y movimientos, interpretar con precisión su impacto en los demás y hacer ajustes sobre la marcha que continuamente fomenten el esfuerzo, dignidad y orgullo, donde la comunicación, la empatía y la capacidad de decisión son vitales.
La universidad debe ser un ente transformador para que quede atrás el modelo de líderes reductores, que drenan la capacidad y la inteligencia de sus equipos, a multiplicadores, que amplifican el talento humano para producir mejores resultados.
En este cambio de paradigma, la creatividad y la innovación son fundamentales y distinguirán las empresas de éxito. Hay que reevaluar los enfoques de liderazgo e interiorizar que la gestión de la creatividad no implica controlarla, sino nutrir un entorno que la cultive. Involucrar a las mentes adecuadas, distribuir responsabilidades creativas, fomentar la colaboración y aprovechar la tecnología son componentes clave de este cambio de paradigma.
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