Marchemos unidos
Se presenta la urgencia de salvar el país de esa apretada red de leyes que nos está ahogando, y de frenar una libertad sin límites, irresponsable y caótica. Además, debe detenerse el desperdicio fiscal de la existencia de 330 instituciones públicas, algunas a la espera de una fusión inteligente y práctica.
En cambio, otras deben cerrarse. Se ha convertido en un vicio crearle una institución a cuanto problema se presente, y se ha olvidado el desempeño de un cargo público para servirle a la nación y para no servirle con ese mal espíritu generalizado de hacer de todo campaña partidista. Si el pueblo es el que elige, el ciudadano espera un servicio, un trabajo bien hecho sin posposiciones ni comisiones de estudio, para eso los ministerios tienen sus equipos de asesores. Para servir, servir. El país está a la espera de un cambio real.
Presidente, ministros, diputados y magistrados son dignos de ser servidores públicos, no funcionarios autosuficientes. Marchemos unidos. Costa Rica debe optar por crearse una mentalidad de servicio y una convivencia de justicia social, respeto, unidad, tolerancia y paz. Esto nos hará sentirnos hermanos y poseedores de un Estado de derecho y de un régimen democrático al servicio de la persona humana, no de un partido político. El buen arranque de esta nueva mentalidad socio-política ha sido el nombramiento de mujeres en el Directorio Legislativo. Aprovechemos el tiempo de fundamentar esta nueva cultura de convivencia, de respeto, justicia y paz. Y no para mañana, sino para hoy.
Como se trata de recomponer tantas cosas, pidámosle a Dios una inteligencia y una voluntad capaces de proseguir esta mentalidad creativa. Conviene el advenimiento de esta nueva convivencia, asentada en la comprensión y la paz. Por tanto, debe cambiarse el clima de disputas y críticas destructivas por un ambiente de serenidad y diálogo. Abandonemos ese mal espíritu mundial de engaño y de mentiras y adoptemos el predominio de la verdad en cada una de las palabras. Esto es volver a la necesaria coherencia entre el decir y el hacer. Así, poco a poco iremos recobrando lo que se ha perdido: la rectitud moral y el sentido de ser dueños de nosotros mismos.
Esto no lo dejemos para mañana, sino para hoy. Una cosa y otra constituyen la nueva fuerza cívica que el país comienza a desarrollar. Pero este afán de mejora personal y social depende del afán de cada día, de la lucha común por la consecución del bien.
La aportación de diferentes ideas puede contribuir a la creación de la nueva Costa Rica.
Por lo mismo, marchemos unidos.
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