Navidad, una oportunidad de cambio
La navidad evoca un tiempo de paz espiritual, donde se nos invita especialmenta a practicar el amor hacia la familia y hacia el prójimo.
A pesar de que estamos viviendo en un mundo lleno de guerras, egoísmo, emociones congeladas por patallas, fantasías cibernéticas, odios, poderes políticos ingratos, avaricia, violencia y asesinatos más que desalmados, este sentimiento navideño nos confronta y nos ablanda ablanda el corazón.
Pensamos en las sonrisas de los niños al imaginar un tiempo para ellos, ya sea por la añoranza de regalos, reuniones con sus parientes amados como primos, abuelitos, tíos, y hasta familias de corazón que son los amigos de siempre.
Para nuestras tradiciones ticas, viene la ilusión de hacer tamales, ojalá con un fogón en el patio de la casa, con las infaltables risas y anécdotas forjadoras de historias ancetrales.
Todo pinta lindo en navidad. El comercio y la publicidad nos hablan con sus decoraciones, colores rojos, verdes y plateados brillantes para llenarnos de luz estos días.
Hasta la película del Grinch navideño hace gracias, pues la gente lo toma como un vacilón sin realamente querer amargarse por este personaje.
Celebramos en San José, el famoso y deseado Festival de la Luz, igualmente muchos otros cantones del país tienen similares actividades; ya sin el fantasma de la pandemia que nos impidió reunirnos sociamente a disfrutar tradiciones, tan necesarias en todas las culturas del planeta.
Son tantas las oportunidades para descansar el alma y darse permiso para hacer un cambio de vida en navidad, de cara a la paz interior, al encuentro con las propias emociones entendiendo el aprendizaje implícito tanto de lo bueno como de lo malo.
Si acaso se experimenta escasa energía emocional, debido a pérdidas y duelos, hay que darle pausa a la tristeza, y participar de reuniones, fiestas, idas a misa de gallo, posadas, y tamaleadas. Esto sin duda pacigua y merma las angustias.
Lo mejor en navidad es contagiarse del ambiente amoroso y de la bondad de dar.
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